La Vanguardia

La trufa vive días de gloria en la mesa

El hongo está ahora en su mejor estado de maduración

- CRISTINA JOLONCH

Nandu Jubany no recuerda haber comprado tanta trufa de Osona en toda su vida. “En años anteriores el 80% llegaba de Soria o de Teruel y el resto era de por aquí. Pero esta vez, cosa insólita, me ha bastado con la de la zona”, explica el chef de Can Jubany (Calldetene­s), quien sirve cada semana entre tres y cuatro kilos de esta joya gastronómi­ca que ahora se encuentra en su punto óptimo de maduración.

Este cocinero hiperactiv­o actúa con toda la calma del mundo cuando se trata de esperar el buen momento para selecciona­rla. “Prefiero comprar cuando la temporada esté avanzada”. Lo mismo hace Fermí Puig, algunos de cuyos clientes sigue reclamando platos como el canelón de faisán salvaje con trufa, que Puig servía cuando oficiaba en el desapareci­do Drolma. Ahora, coinciden ambos, la trufa negra ( tuber melanospor­um) está perfecta, madura y en su punto. “Es cuando les gusta a los clientes más expertos” , asegura Jubany y cuando tanto su restaurant­e como mu- chos otros incluyen el menú de la trufa en su propuesta. Es ahora cuando, además, se celebran numerosos encuentros en torno a este preciado hongo. El viernes, en el restaurant­e Els Casals (Sagàs) se dio el pistoletaz­o de salida a la séptima Fira de la Tòfona del Berguedà, y también este fin de semana los restaurant­es del grupo Girona Bons Fogons inician las Jornades de la Tòfona.

Las temperatur­as bajas que contribuye­n a la maduración y las lluvias necesarias pero sin excesos, han propiciado este año una producción de trufa silvestre que casi dobla la de temporadas anteriores. “Ha madurado tan rápido estos últimos días que ahora temo que acabe la temporada antes de lo previsto, a finales de marzo”, dice Jubany. Haberla comprado más barata que otras veces le ha permitido bajar un poco el precio del menú de trufa, que ahora vende a 135 euros y que incluye unos 120 gramos por comensal. Ser un buen cliente le permite poder elegir piezas excelentes de sus proveedore­s.

Teruel es una de las zonas productora­s en las que suelen comprar muchos chefs. Allí se encuentra la empresa Manjares de la Tierra. Una de sus propietari­as, María Jesús Agustín, dice que este año hay muy buen producto, a pesar de que la semana pasada hubo algunas heladas y que aún están a media temporada, por lo que es difícil valorar. Agustín señala que la diferencia entre la trufa de campo y la de cultivo no es sustancial. “Las plantadas cuentan con pequeño apoyo de riego en verano, lo que permite obtener piezas más redondas y bonitas, pero son tan naturales como las otras”.

Francesc Vidal, segunda generación de conservero­s, confiesa que cuando quiere trufas para una ocasión especial opta por las salvajes, pero reconoce que cada vez hay menos, debido a la deforestac­ión, por lo que suele recurrir a las de cultivo, también excelentes. “En Catalunya tenemos trufa muy buena en zonas como Vic, Solsona, Artesa de Segre, la Garrotxa y otras, pero hemos perdido la oportunida­d de las plantacion­es, que en otras comunidade­s han sabido aprovechar. Y no nos ha apoyado la administra­ción”.

Los precios pueden ir desde 300 a 700 euros, en función de las piezas y el momento. Es la fluctuació­n de un sector especu- lativo en el que no se prodiga la informació­n y en el que es difícil que vendedores y compradore­s coincidan en una misma versión sobre oferta, demanda y cantidad de producto Alguno de los más importante­s comerciant­es en Catalunya prefiere no hablar. Hay recolector­es furtivos; lo reconocen pero nadie se pronuncia al respecto. El año pasado hubo bastante demanda por parte de Francia, lo que encareció los precios en Catalunya. Ahora el país vecino acusa la crisis y utiliza las reservas de la pasada temporada.

La trufa es un mundo. Lo sabe Fermí Puig, cuya familia se dedicó a su comercio. “Mi padre me contó que en el 76 pasaron por sus manos 54 toneladas. Ahora hay menos, por la deforestac­ión y el poco cuidado del bosque”. Suelen ser los chefs quienes consiguen las piezas más extraordin­arias, diamantes en bruto, para sus mejores clientes. Y es a ellos a quienes estos suelen recurrir para disfrutarl­as en casa, algo que pueden hacer sin complicars­e en la cocina. Basta con laminarla sobre una tostada caliente o rallarla en una tortilla a la francesa crudita para que desprenda todo su potencial: el aroma .

Ya avanzada la temporada, el hongo está en su punto óptimo y es la estrella de los menús

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