Sagarra descubre al nuevo Mandiargues
El cronista escribe sobre ‘La marge’ y ‘Barcelona!’
En 1967 el editor Gallimard publicó La marge, una novela de André Pieyre de Mandiargues (1909-1991), escritor de pura raza surrealista. La novela obtuvo el premio Goncourt, el más importante premio literario que se otorga en Francia. La noticia de la concesión de este premio, así como la personalidad de su autor y el contenido –y el continente– de la novela fueron prácticamente silenciados en España. Oficialmente, se habló tan sólo en los papeles de un panfleto antifranquista y la persona de su autor, próximo, a la sazón, al partido comunista francés, pasó a engrosar la larga lista de los enemigos de la Patria.
Entre el otoño de 1967 y la primavera de 1968, La marge, en su edición ori- ginal –la novela no se pudo traducir en España, primero en catalán y luego en castellano, hasta la muerte de Franco– se vendía bajo mano en dos o tres librerías de Barcelona, y los fines de semana, los catalanes que se llegaban a Perpiñán a ver cine porno aprovechaban para hacerse con un ejemplar.
Y es que el escenario de La marge no era otro que el de la ciudad de Barcelona a mediados de los años sesenta, poco después de que se celebrasen los 25 años de Paz (1964), de paz franquista. Un escenario que, para ser más preciso, arropaba la parte baja de la ciudad, lindando con el mar, entonces prácticamente invisible: el denominado barrio Chino, el territorio de la prostitución, al cabo de la Rambla, una zona que Mandiargues, como buen surrealista, identificaba con las partes vergonzosas del cuerpo humano. Ahí, en el sexo de la ciudad, en los cojones de la ciudad –rematados por ese falo colosal que es el monumento a Colón– Sigismond Pons, el protagonista de la novela, se mueve a través de un labe- rinto de calles bañadas en sangre y oro –los colores de la bandera franquista, hoy constitucional y monárquica–, es decir, en sangre y mierda: el oro y los excrementos son, en la simbología y el psicoanálisis, una misma cosa. Sangre y mierda que mezcladas dan un color naranja, butano, el color de moda entre las putillas del barrio chino en aquellos años de paz.
En una larga entrevista que Mandiargues sostuvo con Francine Mallet ( Le désordre de la mémoire. Gallimard, París, 1975), el autor de La marge, evocando aquella Barcelona de los 25 años de Paz y aquella Juanita, la putilla de Medinaceli con la que Sigismond –el propio autor– iba a almorzar a Casa Leopoldo, en la calle de Sant Rafael, confiesa: “El odio es una forma accesoria del amor. Hay asesinatos en la historia que esta no puede olvidar. Por el honor de todos los hombres y mujeres de las diferentes razas que forman esto que se ha convenido en llamar el pueblo español, al que quiero, me sabría muy mal que Franco, como parece lo más probable, muriese en su lecho, y no de muerte violenta”. Hoy en día, en aquel barrio Chino –rebautizado como del Raval– que Mandiargues describió cruda y apasionadamente en La marge, hay una plaza que lleva su nombre, una plaza inaugurada por el entonces alcalde Pasqual Maragall en presencia de Sibylle de Mandiargues, la hija del escritor.
Han pasado muchos años desde aquel día en que el niño Juan Marsé, en un cine de su barrio, se maravillase de que en una película, El signo del Zorro (1940), apareciese un personaje –Esteban Pascual, el malo de la peli, interpretado por Basil Rathbone– del que se decía “que había sido profesor de esgrima en Barcelona”. Al niño Marsé le maravillaba que en Hollywood se acordasen de la existencia de aquella mierda de ciudad que era Barcelona en los años cuarenta. Hoy, Barcelona, la Barcelona del Barça y de Gaudí, es famosa en el mundo entero y cada año la visitan millones de turistas. Barcelona aparece en un montón de novelas de autores extranjeros y hasta tenemos una película de Woody Allen cuyo escenario es Barcelona. Pero hasta hoy no habíamos visto que una de las editoriales más prestigiosas del mundo -–Gallimard, la misma que publicó La marge– sacase una novela con el título Barcelona!, con signo de admiración. Su autor, Grégoire Polet, es un joven escritor nacido en Bruselas diez años después de la aparición de La marge, y que reside en Barcelona. Una novela de 479 páginas que el miércoles me compré en Jaimes (València, 318) y que he empezado a leer. En la página 49 aparece una periodista, Verónica, que trabaja en el diario e investiga sobre la paliza que unos mossos le propinaron a un travesti “violento” y “drogado” en una callejuela del Raval, una brutal paliza grabada por unos vecinos… Ignoro si Grégoire Polet llegará a tener algún día una plaza en el Raval como la tiene Pieyre de Mandiar-
El escenario de ‘La marge’ no era otro que el de la ciudad de Barcelona a mediados de los sesenta El teatro Távora de Sevilla, que construyó la compañía La Cuadra está en difícil situación
gues, pero, por lo que llevo leído, yo votaría por él como ganador del próximo premio Ciutat de Barcelona de literatura extranjera, en el caso de que este exista. Y si no existe, ya va siendo hora de inventárselo.
P.S. Debido a circunstancias de complejos motivos, el teatro Távora de Sevilla, que construyó la compañía La Cuadra en marzo del 2007, se halla en difícil situación. Su continuidad está amenazada. A fin de comunicar públicamente su situación, la compañía informa de que va a realizar en el teatro un encierro del 13 al 15 de febrero, más de 48 horas non stop con una serie de actividades continuas: espectáculos para niños, teatro, danza, música, flamenco, proyecciones, debates, presentación de libros, etcétera. Durante estos días y noches blancas el teatro será el centro de unas jornadas de puertas abiertas. El teatro Távora precisa de nuestro apoyo. Avenida Hytasa, 14, polígono Hytasa. Calle Lino, n.º 8, Sevilla. Teléfono de contacto: 649 062 508. Correo: Seviofi2013@gmail.com