Buen partido de un partido
¡Qué magnífico jolgorio, esta semana, la emisión de Deportes Cuatro (Cuatro, 14.55 h.) del día después del At. Madrid-FC. Barcelona, el jueves, con los Manolos! El partido daba muchísimo juego extradeportivo y futbolístico, pero aún así me ha embelesado la capacidad de guionistas y montadores del programa para facturar media hora de divertidísima y magnética televisión a costa de los lances del encuentro. No dejé de mirar ni un minuto, alborozado, esa emisión de pura y trepidante televisión, amenísima, hiperbólica, retorcida, malévola. Un entretenimiento de altísima eficacia, mucha miga y más cachondeo. Lo vi con Max, mi hijo de 16 años, y nos partíamos de risa por el ingenio de los guionistas –los buenos relatos cursan intergeneracionalmente– para relatar con pícara gracia todos los detalles –hasta los ínfimos– de lo sucedido, el talento para construir una narración sin desperdicio. Los periodistas del equipo de Los Manolos jugaron como malabaristas con las imágenes del zapatazo de Arda Turan, del banderazo a Jordi Alba, de las manos del mismo, de cómo se lo comenta bajo mano (perdón) a un compañero, de cómo Piqué se parte de risa cuando le cuentan lo del zapatazo, de los bailes del grandísimo Neymar (oigo con desconcierto algo que no sabía, en boca de colchoneros: ser virtuoso con los pies y ser expresivo y divertido tras una jugada licencia al rival a partirte las piernas), de los penaltis existentes e inexistentes, del erróneo fuera de juego del gol de Neymar, de los insultos de los espectadores, de los patadones al sobrenatural Messi, de las reacciones de los entrenadores o de Neymar en el banquillo... ¡Admirable! Una pieza espléndida. Qué satisfecho y colmado de risa e imagen me quedé. El periodismo del futuro deberá pasar por aquí: construir relatos nuevos y atractivos sobre la que ya hemos visto, urdir un discurso divertido con puntos de vista sucesivos –complementarios o contradictorios, provocativos por barrios y siempre interpretativos, tan arbitrarios los aparentemente infundados como los supuestamente fundados– y desde una insobornable y sarcástica distancia humorística. El periodismo ya no puede ser crónica, debe ser creación: o nos dedicamos a contar creativamente –y recreativamente– lo que todos ya hemos visto, o nos dedicamos a taquígrafos del Congreso de los Diputados. Aplaudo al equipo de los Manolos, que consigue que me interese más lo que cuentan de un partido que el partido mismo. Sacarle tanto partido a un partido es la lección del periodismo deportivo extensible a las restantes ramas de la información: expenderíamos así el periodismo que seguro querrán comprarnos.
SAMANTHA. Ha vuelto Conexión Samantha (Cuatro, viernes noche, 22.30h.) con una hora y media de televisión sobre un asunto insólito: los “bebé reborn”, muñecos de silicona con el aspecto, textura y peso de un bebé real (a mil euros) para “adopción” (compra) de mujeres con anhelo de mimar a un bebé que no enferme ni muera. Parece impostación y humorada, pero no: ver a estas mujeres instila compasión y escalofrío. Esta hora y media de tele no ha sido un tiempo dilapidado, puesto que asistir al drama humano –aunque sea mediante recovecos tan exóticos– siempre resulta iluminador e instructivo... De todos modos, también es cierto que podría explicarse lo mismo en la mitad de tiempo.
¡Qué divertido relato televisivo: un discurso ameno, exagerado y malévolo sobre lo que ya todos hemos visto!