La Vanguardia

La mística de la calle

La monja teresiana Victòria Molins recibe este viernes el honoris causa de la Universita­t Ramon Llull por su trabajo con los pobres

- JOSEP PLAYÀ MASET

El día que el director de cine Javier Fesser recogió uno de sus premios Goya por la película Camino, y la dedicó a Maria Victòria Molins, muchos descubrier­on que era la autora del libro que había inspirado su película sobre Alexia, una joven de 14 años que se había enfrentado desde la fe con la enfermedad y la muerte. Aquella dedicatori­a, en el 2009, le dio una visibilida­d que no tiene su trabajo diario en el Raval. ese barrio tan próximo y tan lejano de Barcelona, donde vive desde 1995 con tres hermanas teresianas. Allí en la calle de la Cera ha trabajado con enfermos de sida, con prostituta­s, con drogadicto­s, con marginados... hasta ganarse su confianza y su respeto.

Ahora su nombre y su labor volverán a la actualidad porque el próximo viernes, día 6, la Universita­t Ramon Llull la investirá como doctora honoris causa. El acto tendrá lugar en la facultad de Educació Social i Treball Social Pere Tarrés.

Maria Victòria Molins Gomila nació en Barcelona en el barrio de La Bonanova el 28 de marzo de 1936, en una familia de nueve hermanos. Fue educada en el co- legio de las Teresianas y a los 19 años entró en la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Al acabar el noviciado cursó Filosofía y Letras en la Universita­t de Barcelona. Durante muchos años se dedicó a la enseñanza en escuelas de su congregaci­ón en Valencia, Madrid y Barcelona, donde impartió clases de filosofía y literatura, aunque siempre que pudo fomentó la participac­ión de los jóvenes en campos de trabajo y ayudas al voluntaria­do. En 1982 fue nom- brada directora de Ediciones STJ, en Barcelona, y dirigió una revista educativa. Desde 1985 y como consecuenc­ia de sus viajes a Latinoamér­ica y África empezó a sentirse más cercana de los pobres y marginados. Primero empezó a compaginar su trabajo editorial con el apoyo a personas necesitada­s y tras su jubilación no dudó en instalarse en el Raval. Ha escrito unos 60 libros, la mayor parte sobre temas de pobre- za, ha colaborado en la revista Catalunya Cristiana y en el 2011 recibió el premio Proteus por su trayectori­a en las tareas educativas.

“Primero estuve en el tercer mundo, en Nicaragua. De vuelta aquí, empecé a quitarme el hábito para bajar a la Rambla y ayudar a drogadicto­s, enfermos de sida... Así empecé. Es mi mística, la mística de la calle” decía en una entrevista a este diario hace poco más de un año. “Amo a prostituta­s, asesinos, violadores... Los visito en las cárceles. Han hecho algo terrible... y no por eso dejan de ser personas. No los juzgo: los amo”. Es su manera de ser. “No hago cosas para ser feliz, ¡soy feliz porque hago cosas! La vida, que es un regalo, ¡la lleno! Intento que sea también un regalo para otros. Mi felicidad es la entrega”. Quizás por eso, camino ya de los 79 años, sigue con su compromiso.

Este honoris causa no será tanto por sus conocimien­tos o aportacion­es teóricas sino por su compromiso y su testimonio Por su forma de vivir la fe al lado de las personas del cuarto mundo o, como a ella le gusta decir, al lado de “los abandonado por una sociedad de la opulencia”. Toda una lección dentro y fuera de la Iglesia.

Su trabajo en el Raval con enfermos de sida, prostituta­s y pobres es un testimonio de fe

 ?? GEMMA MIRALDA/ARCHIVO ?? Maria Victòria Molins tiene 78 años y vive desde hace veinte en el barrio del Raval de Barcelona
GEMMA MIRALDA/ARCHIVO Maria Victòria Molins tiene 78 años y vive desde hace veinte en el barrio del Raval de Barcelona

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