“Si dejas de pedalear, te caes”
El jefe de Planeta tenía dinero, tiempo y ganas para invertir e involucrarse en la sociedad
El pasado jueves, el Banc Sabadell nombró a Lara –vicepresidente de la entidad, de la que llegó a ser primer accionista– consejero coordinador. Fue el último cargo acumulado por este empresario versátil que, a diferencia de su padre, invirtió buena parte de su fortuna en múltiples sectores ajenos al mundo editorial, casi siempre a través de su family office, Inversiones Hemisferio. “Nosotros lo miramos todo, estamos atentos a las oportunidades del mercado”, solía decir. Lara tenía clarísimo que su misión en la vida no era administrar un legado: “La empresa es como una bicicleta y si dejas de pedalear, te caes”. Había que hacer cosas y Lara no se detuvo jamás, disfrutando de los aciertos y asumiendo también los errores que cometió.
¿Qué tienen que ver Vueling, el Banc Sabadell y el Espanyol, por ejemplo? En los tres fue el primer accionista, lo que constituye una pequeña muestra de su diversificación, motivada tanto por la racionalidad económica como por el sentido de la oportunidad. La misma que le llevó a presidir el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) y el Cercle d’Economia en el pasado o, ahora, a sentarse entre lo más granado del empresariado del país en el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) que comanda César Alierta, presidente de Telefónica. Y a invertir en em- presas de tecnología, en el inmobiliario, en una editorial francesa (Editis) consolidada o en un negocio en quiebra (CEAC). Se le podía ver en cualquier sitio en el que hubiera un negocio que necesitara capital.
Lara nunca dejó de pedalear, a pesar de que eso supuso que incumpliera una “promesa”. A principios de la década pasada, cuando era presidente del IEF y veía lejos la hora de retirarse, Lara repitió varias veces que se jubilaría a los 65 años. “Hay que saber ceder el testigo a los jóvenes”, afirmaba. Pero, llegado el momento, siguió adelante. Aunque siempre aseguró que “no tenía interés en ser el más rico del cementerio”, probablemente, no se atrevió a dar un paso al lado por la llegada de la Gran Recesión y porque había demasiado que administrar.
El grupo editorial, que el año pasado cerró, según Lara, con un beneficio operativo de más de 250 millones de euros, también sufrió los embates de la crisis. aunque Lara no era muy amigo de que se supiera demasiado de las tripas de la empresa. Durante años, Planeta entregaba todos los años, con motivo de su mundialmente conocido premio de novela, una memoria con una descripción del grupo y un breve resumen del balance y la cuenta de resultados. Luego abandonó esta práctica. Lara no daba cuentas a nadie –quizás por eso desoyó, una y otra vez los cantos de sirena de los que le animaban a sacar Planeta a bolsa–, nunca quiso tener un consejo de administración y se apoyó para su gestión en un reducido grupo de ejecutivos de la casa que, en los últimos tiempos, integraban su comité ejecutivo: el vicepresidente José Creuheras, el consejero delegado Carlos Fernández y su hijo –José Manuel Lara García, director general y sucesor in péctore–, además del secretario Luis Elías.
Ellos, su guardia de corps, conocían las filias y las fobias de Lara, su tozudez y su genio, pero también sus dotes de conversador y su visión a largo plazo. ¿Y con qué se quedan quienes le trataron? “Era una gran persona, amigo de sus amigos, bondadoso”, glosó ayer Josep Oliu, presidente del Sabadell.
No quiso salir a bolsa ni tener un consejo de administración al uso, pero creó un equipo sólido para el grupo