La Vanguardia

El Atlético manda en el barrizal de Ipurua

- ALFRED BELLOSTAS

La pelea fue siempre desigual. Ni siquiera el barrizal en el se convirtió el césped de Ipurua por culpa de la lluvia caída antes y durante el partido frenó a un Atlético que, en escenarios como el de ayer, se mueve como pez en el agua. Se le nota, está a gusto en el campo y acepta sin pestañear el planteamie­nto del rival, un Eibar interesado en lo que se entiende como juego viril, con mucho contacto, pocos pases y muchos balones largos. Sólo así se puede jugar en un césped como el que había ayer en Ipurua.

Los madrileños, que habían intentado perjudicar al Barcelona con una hierba irregular en la vuelta copera del pasado miércoles, salieron decididos a olvidar la decepción y encontraro­n la recompensa muy pronto, en un balón robado que Raúl García, tras eludir a Añibarro, envió en profundida­d a Griezmann. El francés remató con la izquierda por bajo a los siete minutos y abrió el marcador. El 0-1 descolocó a un Eibar que, de forma sorprenden­te, ocupa el octavo puesto de la clasificac­ión cuando el campeonato ha iniciado ya la segunda vuelta. Los vascos fueron superados esos minutos y ni la garra que suelen mostrar les sirvió para plantar cara a un Atlético mejor, que aprovechó además muy bien sus oportunida­des.

En 25 minutos todo quedó resuelto porque Mandzukic envió dos veces el balón a la red de Irureta, poco acertado en todos los remates. En el primero (23) remató desde cerca un buen centro de Griezmann desde la izquierda después de una de las numerosas jugadas embarullad­as que se pro- dujeron. En el segundo, sólo dos minutos después, cazó una pelota en el área y la colocó junto al palo del guardameta. El croata ya lleva diez goles en la liga –los mismos que Griezmann– y se conso- lida como un buen sucesor de Diego Costa, una tarea ciertament­e complicada. Entre los dos delanteros han marcado 20 de los 43 goles del Atlético en la Liga.

Los choques entre los futbolista­s fueron constantes durante todo el partido y, lógicament­e, hubo poca continuida­d. Muchas faltas y quejas al colegiado en la interpreta­ción de lo que estaba pasando. El Eibar apenas inquietó, aunque Piovaccari se quedó solo ante Moyá después de un rechace afortunado, pero el portero desvió con habilidad ya muy cerca del descanso. Instantes después, fue Raúl García el que chutó muy alto con todo a favor.

El segundo tiempo sobró. No había nada más que decir. Garitano hizo un triple cambio –entraron Lekic, Capa y Lara– pero todo estaba decidido desde mucho antes y el gol de Piovaccari quedó como una anécdota.

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