Mario Monti
EX PRIMER MINISTRO ITALIANO
El ex primer ministro italiano Mario Monti creó en el 2013 un pequeño partido, Opción Cívica, con el que logró 69 escaños en las elecciones de ese año. Tras abandonarlo, ocho meses después, hoy es un grupo moribundo.
Los italianos son unos virtuosos en crear pequeños partidos, los partitini, a veces muy influyentes. Nacen y mueren con suma facilidad, cambian de siglas, se refundan, se fusionan o –a menudo– sirven de trampolín para el transfuguismo político, otro deporte nacional. El último caso clamoroso lo ha protagonizado Opción Cívica, la formación fundada por Mario Monti, que logró casi un 9% de votos y 69 parlamentarios en las elecciones de febrero del 2013. Hoy es un partido moribundo.
El ex primer ministro y excomisario europeo abandonó a su criatura sólo ocho meses después de haberla parido. Le siguió un goteo de deserciones. Ahora se han ido otros seis diputados y dos senadores, dejando la representación de Opción Cívica en las cámaras en apenas un tercio de la inicial. Los últimos ocho –entre ellos, la ministra de Educación, Stefania Giannini– son todos tránsfugas. Se pasan al Partido Demócrata (PD) de Matteo Renzi. En Italia la fidelidad a las poltrone (cargos) siempre es muy superior a la lealtad de partido.
Lo más surrealista de la situación es que Opción Cívica celebró durante el pasado fin de semana su primer congreso nacional. Muchos analistas pronostican que ha sido el primero y el último. Un editorialista de La Repubblica, irónico, escribió que Italia es un país “habituado a todas las ruinas” –desde el Foro Romano hasta Pompeya– y, por tanto, “ciertamente no nos escandalizamos del pequeño Olimpo de las deidades menores”. Pese a la discretísima asistencia al congreso, los delegados escogieron a un secretario –Enrico Zanetti, subsecretario de Economía– con el 94% de votos. El recién elegido dijo que la deserción de los últimos ocho ha sido “dolorosa” pero se negó a hablar de escisión y prometió que el proyecto seguirá adelante.
Monti se vio casi forzado a fundar Opción Cívica y a presentarse a las elecciones del 2013. Había fuertes presiones, de una parte del empresariado y también desde el extranjero (Angela Merkel), para que intentase mantenerse al frente del gobierno, a donde había llegado, en noviembre del 2011, tras la dimisión de Silvio Berlusconi, en plena turbulencia financiera europea y con una Italia al borde del abismo de la insolvencia. El partido pretendía ser un aglutinador de liberales, reformistas, centristas católicos y laicos. Se sumaron al experimento, como aliados, exsocios de Berlusconi, como el democristiano Pier Ferdinando Casini y Gianfranco Fini (un exadmirador de Benito Mussolini y exlíder de Alianza Nacional reconvertido paulatinamente en moderado).
Con su tono profesoral y sus argumentación cartesiana, Monti nunca cuajó ni como líder de partido ni como candidato electoral. No obstante, el respeto y la confianza que generaba en un sector de la ciudadanía le dieron un número de votos que, si bien decepcionante y modesto, le otorgó una influencia significativa en ese momento, sobre todo ante la fragmentación del Senado. Opción Cívica contribuyó a formar la coalición que presidió Enrico Letta y que luego heredó Renzi.
Monti se desvinculó de su partido y se retiró, digno y silencioso, al escaño vitalicio en el Senado que le había concedido el presidente Giorgio Napolitano. Aún hoy Monti sostiene que su efímero salto a la política valió la pena, que gracias a los votos que él conquistó en el centroderecha Berlusconi no volvió a ganar y que su tutela garantizó continuidad y conjuró el peligro cierto, para Italia, de una deriva a la griega.
Pese al fiasco político, el ex jefe del gobierno cree que cerró el paso a Berlusconi y evitó una deriva a la griega