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Los datos que apuntan a una ligera pero esperanzadora recuperación de las ventas del comercio minorista; y las nuevas formas de delincuencia que surgen en internet.
LA globalización y las nuevas tecnologías han traído consigo nuevas formas de delincuencia a través de la red contra la que los estados emplean numerosos recursos y esfuerzos. A ello se refirió el pasado jueves el ministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo, cuando advirtió, con ocasión de la presentación del número de Vanguardia Dossier dedicado a La ciberguerra, que España es el tercer país del mundo que más ciberataques recibe, unos 70.000 en el 2014.
Esta nueva delincuencia tiene diversos objetivos. Básicamente son el financiero, víctima de la mitad de los delitos, con una media diaria de 100 acciones mediante la red, seguido por el espionaje industrial, el militar, el estratégico y el terrorista. Sólo en el primero de los sectores, el bancario, en España se gastan anualmente unos 14.000 millones de euros y se emplea a unas 50.000 personas con la función de evitar ataques a las cuentas de sus clientes y detectar la duplicación de tarjetas de crédito. El coste de esta prevención es significativo de la importancia que ha adquirido el fenómeno.
La lucha contra la delincuencia cibernética es muy compleja porque no sólo requiere fondos económicos y gente muy preparada tecnológicamente, sino que además precisa de una estrategia global para la preven- ción de nuevas formas de delito dada su capacidad de mutación constante y por el hecho de que se puedan organizar y ejecutar desde cualquier punto del globo. La vulnerabilidad de las instituciones, de las empresas y de los ciudadanos frente a esta amenaza obliga a los gobiernos y los servicios policiales y judiciales a coordinarse si quieren tener éxito y proteger a sus ciudadanos de este tipo de delitos.
En este sentido, parece que afortunadamente ya existe cada día una mayor conciencia de la necesidad de protegerse del ciberterrorismo en todas sus vertientes, pero no parece que se haya avanzado tanto en el caso de la ciberdelincuencia que los expertos localizan en países como China, Rusia y Brasil y cuyas acciones califican de “intensas, constantes, inteligentes y altamente peligrosas”.
Pero este tipo de nueva delincuencia exige también que los ciudadanos adquieran conciencia del riesgo y tomen precauciones cuando utilizan sus datos bancarios a través de la red, una práctica que por otra parte ineludiblemente va al alza. Conviene que los estados organicen campañas para evitar el fraude del phishing, la forma más común de engañar a los usuarios de la red, consistente en hacerse pasar por la oficina bancaria de un cliente para obtener sus datos personales.