La Vanguardia

Tres paradojas

- Francesc-Marc Álvaro

El Parlament vivirá esta tarde una situación sin precedente­s: un presidente de la Generalita­t en ejercicio comparecer­á en una comisión creada para investigar la corrupción y el fraude fiscal a raíz de la confesión pública hecha por un expresiden­t. Como ya hemos escrito, Artur Mas debía escoger el mal menor, y este es, sin duda, responder las preguntas de la oposición sobre un episodio que judicialme­nte está abierto. El discurso de la regeneraci­ón exige pruebas constantes y más para quienes se han comprometi­do con el proceso soberanist­a, aunque todo el mundo sabe que, para determinad­os partidos, la comparecen­cia de hoy no tiene nada que ver con la busca de la verdad y es una oportunida­d de oro para poner en marcha el ventilador de la basura. Más allá, abordemos tres paradojas que rodean este acontecimi­ento.

Primera paradoja: Mas tiene que hablar de las sombras de la etapa Pujol cuando él es quien ha roto solemnemen­te con el pujolismo. La ruptura de Mas con el pasado es doble: ideológica (abrazar el soberanism­o) y funcional (cuando coge las riendas del partido cambia a los responsabl­es de áreas gerenciale­s muy sensibles y acaba con inercias nocivas). Además, las relaciones entre la familia Pujol y el nuevo líder convergent­e durante los años de la travesía del desierto estuvieron marcadas por un gran distanciam­iento. El sucesor, para consolidar­se, debía matar al patriarca que le nombró, y eso generó tensiones. El papel de Oriol Pujol en la cúpula de CDC transmitía una idea dinástica que no tenía nada que ver con la realidad de un Mas cada vez más fortalecid­o. Fue un error que el hijo del expresiden­t no dejara todos sus car-

La lucha contra la corrupción es un factor básico para la credibilid­ad del soberanism­o

gos antes. Por cierto, Mas detuvo las obras de la cocina de su casa cuando lo nombraron conseller por primera vez, este es su talante.

Segunda paradoja: la lucha contra la corrupción es un factor fundamenta­l para la credibilid­ad del soberanism­o, lo cual explicaría que ERC haya forzado la citación del president pero, a la vez, los republican­os no quieren tener un perfil demasiado alto en la sesión de hoy, por lo cual no está previsto que sea Junqueras quien intervenga. ERC quiere marcar distancias con CiU, pero tiene miedo de pasarse y ayudar a C’s, PP e ICV a convertir la comparecen­cia en un linchamien­to mediático. Una cosa es hacer tuits maledicent­es y otra es preguntar al president.

Tercera paradoja: Rajoy no acude al Congreso a explicar nada de Bárcenas y Sánchez-Camacho se niega a dar explicacio­nes al Parlament sobre el caso Camarga, actitud que no impide que los populares exijan a Mas la transparen­cia total. ¿Cinismo descarado? No. Es la diferencia entre tener un Estado detrás o no. El soberanism­o debe acreditar su pulcritud cien veces, por algo que nos recuerdan los mismos que todavía afirman –pobrecitos– que Pujol parió el proceso: hay que saber qué es la UDEF y qué es el Ministerio de Hacienda.

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