Miedo y ansiedad
En las portadas de los diarios del 29 de enero se leía “Jordi Pujol no regularizó el dinero por miedo”. El Diccionari de Llengua Catalana del Institut d’Estudis Catalans dice que el miedo es el azoramiento del ánimo, especialmente súbito y fuerte, en presencia de un peligro real o imaginario.
Aquí se mete en el mismo saco un peligro real o imaginario. Y esta confusión puede tener consecuencias graves como en el caso que nos ocupa. Entre los estudiosos de las emociones el miedo se entiende como la emoción que se experimenta ante un peligro real e inminente que se vive como arrollador y pone en peligro la salud y la propia vida o la de otras personas. Mien- tras que la ansiedad es imaginaria, resultado del pensamiento sobre posibles peligros. La distinción es importante, pues la respuesta que dar es distinta. Ante el miedo hay que huir para evitar el peligro. Sólo tiene sentido enfrentarse para salvar la vida de otras personas o la propia si no hay más remedio. La ansiedad hay que afrontarla.
En el lenguaje coloquial no se distingue, y decimos miedo cuando estamos hablando de ansiedad. Pasa en “miedo a los exámenes”, “miedo a la crítica”, “miedo escénico”, “miedo a hacer el ridículo”. En estos casos no se pone en peligro la propia vida, por tanto no es miedo sino ansiedad. Y la respuesta no es huir, sino afrontar la situación. La ansiedad nos puede ofuscar el miedo. Pasa, por ejemplo, en adolescentes que están en un grupo donde se crea un clima favorable para adoptar comportamientos de riesgo (indisciplina, violencia, vandalismo, consumo de drogas). En estos casos puede pesar más la ansiedad social a no ser aceptado por el grupo que el miedo a las consecuencias. En personas con competencias emocionales tendría que ser al revés.
Pujol tendría que haber ·afrontado” la situación, como respuesta propia de la ansiedad, en lugar del comportamiento de evitación propio del miedo. Si esta confusión ha pasado a tan alto mandatario, ¿qué no debe pasar en el resto de los mortales? Si Pujol hubiera hecho un curso de educación emocional, quizás no habría cometido este error. Seguramente esta afirmación parecerá exagerada a los lectores. El motivo es reclamar una educación emocional generalizada en el sistema educativo; pero también en las personas adultas y los políticos. Contribuiría a evitar errores que se producen.