La Vanguardia

Miedo y ansiedad

- Rafael Bisquerra R. BISQUERRA, director del posgrado en Educación Emocional y Bienestar de la UB

En las portadas de los diarios del 29 de enero se leía “Jordi Pujol no regularizó el dinero por miedo”. El Diccionari de Llengua Catalana del Institut d’Estudis Catalans dice que el miedo es el azoramient­o del ánimo, especialme­nte súbito y fuerte, en presencia de un peligro real o imaginario.

Aquí se mete en el mismo saco un peligro real o imaginario. Y esta confusión puede tener consecuenc­ias graves como en el caso que nos ocupa. Entre los estudiosos de las emociones el miedo se entiende como la emoción que se experiment­a ante un peligro real e inminente que se vive como arrollador y pone en peligro la salud y la propia vida o la de otras personas. Mien- tras que la ansiedad es imaginaria, resultado del pensamient­o sobre posibles peligros. La distinción es importante, pues la respuesta que dar es distinta. Ante el miedo hay que huir para evitar el peligro. Sólo tiene sentido enfrentars­e para salvar la vida de otras personas o la propia si no hay más remedio. La ansiedad hay que afrontarla.

En el lenguaje coloquial no se distingue, y decimos miedo cuando estamos hablando de ansiedad. Pasa en “miedo a los exámenes”, “miedo a la crítica”, “miedo escénico”, “miedo a hacer el ridículo”. En estos casos no se pone en peligro la propia vida, por tanto no es miedo sino ansiedad. Y la respuesta no es huir, sino afrontar la situación. La ansiedad nos puede ofuscar el miedo. Pasa, por ejemplo, en adolescent­es que están en un grupo donde se crea un clima favorable para adoptar comportami­entos de riesgo (indiscipli­na, violencia, vandalismo, consumo de drogas). En estos casos puede pesar más la ansiedad social a no ser aceptado por el grupo que el miedo a las consecuenc­ias. En personas con competenci­as emocionale­s tendría que ser al revés.

Pujol tendría que haber ·afrontado” la situación, como respuesta propia de la ansiedad, en lugar del comportami­ento de evitación propio del miedo. Si esta confusión ha pasado a tan alto mandatario, ¿qué no debe pasar en el resto de los mortales? Si Pujol hubiera hecho un curso de educación emocional, quizás no habría cometido este error. Segurament­e esta afirmación parecerá exagerada a los lectores. El motivo es reclamar una educación emocional generaliza­da en el sistema educativo; pero también en las personas adultas y los políticos. Contribuir­ía a evitar errores que se producen.

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