En primera persona
Las inclemencias meteorológicas llenan los noticiarios de imágenes invernales. Presenciamos ventiscas, nevazones y todo el campo semántico de la nieve y el viento combinados. Más allá de los debates sobre las responsabilidades entendidas como una pelota que pasa de administración en administración y explota en la cara del conductor, hay un elemento que llama la atención. Esos periodistas que entran en directo en los noticiarios a la intemperie. Vimos a profesionales aferrados a un micrófono mientras soportaban estoicamente un vendaval terrible que les llenaba la cara de nieve. Vimos a otros encaramados en lugares inverosímiles para aumentar la sensación de frío del espectador. La pregunta es: ¿era necesario? ¿Es necesario que el meteorólogo anuncie lluvia empapado bajo un aguacero? ¿Es necesario informar del viento y de la nieve en unas condiciones que casi impiden hablar? ¿Qué aporta, informativamente hablando, que un periodista padezca la inclemencia meteorológica que anuncia? La respuesta es clara. Nada. Buscan la empatía del espectador. Apelan al plus de credibilidad que siempre da la experiencia personal, aquellos que los amantes del pleonasmo llamarían “haberlo vivido en primera persona”, como si hubiese más maneras de vivir las cosas.
Es humano hacer más caso a quien nos habla de algo que ha experimentado que no a quien teoriza tras haberlo estudiado. Por eso muchos medios desplazan a sus primeros espadas a los escenarios de los grandes acontecimientos: el atentado de Charlie Hebdo o las elecciones griegas. Como si estar en París o en Atenas en pleno 2015 aportase más información de la que se puede absorber desde Barcelona. Si lo hacen es porque creen en el plus de credibilidad telúrica que el yo-estabaallí da entre la parroquia. Para presumir de la autoridad que les confiere ser testigos presenciales. Una prueba más del paso adelante dado por el periodismo para ocupar el centro de todos los focos. Confío que pronto, para hablar de las imputaciones a políticos, jueces o presidentes de clubs de fútbol, el informador se ocupe de ello desde el banquillo de los acusados o la cárcel. ¿Quién mejor para filtrar el interrogatorio del caso Pujol que un periodista imputado por fraude fiscal? ¿Quién mejor para informar de las implicaciones del caso Neymar que un periodista que cobre comisiones? Llevemos la empatía al máximo nivel y la audiencia se multiplicará. Si los corresponsales de guerra van al frente y los periodistas de la prensa rosa se lían con los famosos que entrevistan, no veo por qué un aspirante al Pulitzer no puede informar de un entierro desde el interior mismo del ataúd.
¿Es necesario informar del viento o la nieve en unas condiciones físicas que casi impiden hablar?