La Vanguardia

Sobrevivie­ron a un cáncer pero no saben de qué vivir

Las secuelas impiden a enfermos volver a su profesión aun estando de alta

- ANA MACPHERSON Barcelona

Sobrevivie­ron al cáncer, pero no saben de qué vivir. Mujeres de brazos inútiles desde que les salvaron del cáncer de mama pero les quitaron los ganglios, hombres sin fuerzas con un enorme cansancio que no se repara con el sueño desde que le quitaron una gran parte del hígado, exenfermos de cáncer que siguen en tratamient­o los siguientes tres o cuatro años, que van a urgencias una o dos veces al mes con fiebre, problemas respirator­ios…

“Me lo pensé, dejar el ensayo, porque tengo vómitos, las defensas me dicen que están por los suelos y pillo muchos problemas respirator­ios y las piernas, siempre doloridas e hinchadas, y acabo en urgencias cada dos por tres. Tengo que ir porque me han dicho que mis fiebres son graves. Mis análisis están llenos de asteriscos. Y cada día más delgado. Si lo dejo, pensaba, podré por lo menos trabajar y dar de comer a mi hija, llenar la nevera”, explica Javier Blanco, profesiona­l de la construcci­ón de Viladecans, supervivie­nte de un segundo linfoma folicular. “Pero ya le dijeron que si deja el ensayo, la enfermedad progresa”, matiza Ana, su mujer, acumulador­a de sustitu- ciones en una empresa de limpieza para llenar la nevera.

Sole Turpín tuvo su cáncer de mama a los 35, cuando trabajaba en una industria de confección. Llevaba cinco tipos de máquinas diferentes y hacía de encargada. Sin contrato, como pasa en muchos talleres. El de ella estaba en Montcada i Reixac. ¿Volver al tra- bajo? “Ya quisiera, que me digan a cual. No puedo volver a levantar las telas, ni poner gomas. Para alcanzar el vaso en el estante de arriba empujo un brazo con el otro. Tengo osteoporos­is, problemas de memoria, porque el efecto de la quimio es más largo de lo que nos dicen, me cuesta caminar, tengo cansancio continuo, como cuando la quimio, y psicológic­o, porque el cáncer es mi espada de Damocles y esa nunca me dará el alta. La Seguridad Social, sí. Me la dieron el primer día de quimio, aunque no pueda ni darle la vuelta a una tortilla”.

Javier, de Viladecans, que volvió a trabajar en un plan de empleo municipal que dejó por su estado, ingresa actualment­e 426 euros de ayuda durante unos meses. Sole, cero. Ambos están intentando lograr algún tipo de ingreso, por incapacida­d permanente, por discapacid­ad, lo que sea. “Lentejas-harina-arroz, lentejas-harina-arroz, es lo que me dan en Cáritas”, explica Sole, que entre quimio y ensayos clínicos se propuso una nueva vida lejos de la confección: monitora de tiempo libre, “pensaba yo que sería más relajado, porque me decían los médicos que evitara el estrés, pero no podía con mi cuerpo, ¡quince niños! Y mi osteoporos­is aumentaba”. Javier y Ana tienen experienci­a en ayuda de Cruz Roja. Otros se han pulido

UNA NUEVA RED Una iniciativa legal para extender la protección activó a decenas de afectados

EL PATRÓN Cansancio, dolores, visitas frecuentes al hospital impiden recuperar el empleo

LA CONSECUENC­IA Los pacientes denuncian un empobrecim­iento sin salida

en el poscáncer los ahorros, el piso y el coche, como Javier Ruiz, agente de seguros de Sevilla, actualment­e con 380 euros mensuales por invalidez total. Sole, que maneja con maestría la broma en medio de la indignació­n, empieza a encenderse con su propia narración: “Llamé a todas las puertas posibles, todas las asistentes sociales que imagines, la concejal, el Síndic de Greuges, y en alguno de estos lugares me llegaron a decir que estas cosas hay que preverlas, que me vendiera el coche. ¿Se puede prever un tumor de mama de 10 centímetro­s a los 35 años? ¿A qué más puertas puedo llamar? He llegado a recoger cartones con mi marido. Estoy al límite. Te dejan sola”.

Javier, de Viladecans; Sole, de Montcada i Reixac; Javier, de Sevilla, son tres de los cientos de supervivie­ntes de un cáncer que se pusieron en contacto con Beatriz Figueroa, otra supervivie­nte de cáncer gallega que presentó una propuesta de ley y una proposició­n no de ley en el Parlamento español para que se habilitara alguna prestación mientras el enfermo de cáncer no se ha recuperado del todo. El intento quedó fundido por la mayoría del PP. en marzo del año pasado, pero su lucha caló en cientos de afectados como ella. Se conocen por teléfono e internet y forman una tupida red de aliento con unas historias llenas de puntos en común.

“Nos gustaría llevar el cáncer dignamente, no dar pena”, reivindica­n Sole, Marga, Manuela y Loreto en su asociación Sin Teta hay Paraíso. “Sólo quiero lo mío”. Como todos los que tienen un cáncer cuando están trabajando, estos pacientes tuvieron sus 18 meses de baja y al terminar, tribunal o alta. “Con los informes médicos que escriben, te dan el alta. Intentas una y otra vez que te reconozcan tu realidad. Yo he conseguido una minusvalía del 23%”, explica Loreto Gutiérrez, dos cánceres de mama. Pero si no se llega al 33% no sirve para nada, porque es el porcentaje con el que las empresas tienen ventaja fiscal y el afectado derecho a adaptacion­es en el trabajo. Javier Blanco consiguió el 33%, “después de montar un pollo en el tribunal que me negó la incapacida­d permanente, pero sigo buscando ese trabajo adaptado. Creí que iba a ser más fácil. Hay mucho anuncio, pero nunca te llaman”. El 22 de enero presentó de nuevo los papeles al tribunal.

“De esto nadie te habla en el hospital, y mira que firmas papeles”, dice Sole. Ni tienes a quién preguntar. “Fui a un abogado que me preguntó sobre la toxicidad y cuando vio que no tenía me dijo que había poco que hacer”, explica Javier Blanco. Su tocayo de Sevilla ha encontrado uno que acepta cobrar luego, si gana. También son expertos en renegociar la hipoteca. “Yo lo he hecho ya un par de veces”, cuenta Sole.

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GEMMA MIRALDA Javier Blanco. Dos linfomas, dentro de un ensayo clínico y oficialmen­te puede trabajar
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GEMMA MIRALDA Sole Turpín. Un cáncer de mama le impide trabajar en la confección. Cero ingresos

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