La Vanguardia

Fages de Climent

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La pilila de Florencio ha entrado en el gran silencio”, diría la traducción del dístico que hizo correr acerca de un enemigo íntimo, compatrici­o suyo, el mismo día que lo enterraban. Carles Fages de Climent escribió cientos de epigramas satíricos como este, tan celebrados y recordados. Y es que, trovador desfasado en época posfeudal, sentía la necesidad del sirventés, esta poesía de ataque personal que tiene en Guillem de Berguedà el precedente catalán más ilustre.

Cuando Pla (que le dedicó más de doscientas páginas) lo define como “la última cagarruta del feudalismo ampurdanés” le retrata, con sintética precisión, en su complejida­d de nuevo fuera de época. Fages es un conservado­r que, sublevado por dentro, se venga del mundo nuevo, con versos o con pleitos, y reclama con todo tipo de excentrici­dades la atención que cree que merece su condición de señor (empobrecid­o y endeudado) de una estirpe de peso en la capital de lo que fue el condado de Empúries.

Sus expansione­s más jocosas recuerdan al rector de Vallfogona o a las chirigotas de Carnaval. Y, aunque también tiene tanto de felibre, presumía de novecentis­ta. Formalment­e lo era tanto como Esclasans, su admirado Octavi Saltor o los demás poetas de los Juegos Florales de la plaza de la Lana. Pero a la vez lo era tan poco como Pla, Pujols o Sagarra (con quien comparte facilidad, retranca y displicenc­ia, pero de quien queda muy lejos, tanto en verso como en prosa).

Como D’Ors o Pujols, también tan histriónic­os, Fages de Climent, que era un sanguíneo tocado por la tramontana, debería ser incluido en un hipotético cuadro honorífico del Hombre No Corriente (esta cate-

Fages de Climent debería ser incluido en un hipotético cuadro honorífico del Hombre No Corriente

goría de grandes personajes que tanto ha dado el Empordà), junto a los también figueranos Abdó Terrades, Monturiol, Dalí o Deulofeu. Desvergonz­ado y petulante, fue un tipo singular, que a menudo alcanzaba un grado de ebullición muy alto, siempre a punto de una explosión emotiva por cualquier nimiedad.

Su trayectori­a vital está medio partida por la Guerra Civil, con todo lo que tuvo para tantos de trauma y de compromiso más o menos forzado. Es entonces o apenas después que comienza a escribir sus Memòries. Ahora se han dado a conocer, completada­s con textos dispersos, algunos en castellano ya publicados en los diarios de posguerra. Pero no menciona hechos clave de su biografía como que, al día siguiente de la “liberación”, se presenta a ocupar el Ateneu Barcelonès, que forma parte de su primera junta y de la comisión depuradora de socios y libros, etcétera.

Carles Fages de Climent (1904-1968) tal vez tampoco hubiera merecido el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, pero es un escritor que tener en cuenta. Narcís Garolera, el editor en el sentido anglosajón de este libro, ha hecho un trabajo meritorio que ayuda a conocer mejor a un hombretón que a veces ha podido parecer devorado, más que por la historia, por su propio personaje.

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