Dos hermanos y seis elefantes
Los hijos del mago Li-Chang, el último gran clásico, a quien rinde homenaje Badalona
Los hermanos Montserrat y Joan Maria Forns Mitjans, de 61 y 71 años, dicen sin atisbo de petulancia que tuvieron una infancia y una juventud “de lo más normal”. De viaje en viaje y entre serpientes, grandes felinos y elefantes, mientras levitaban y aparecían o desaparecían. Recibiendo ovaciones del público en medio mundo y huyendo escaleras abajo hacia el sótano del hotel cuando sonaban las alarmas antiaéreas en Israel. Lo más normal del mundo, en efecto, para los hijos de un mago.
Y no de un mago cualquiera. Li-Chang, el álter ego artístico de su padre, Joan Forns Jordana (1916-1998), marcó una época y perfeccionó trucos que nunca nadie ha repetido con tanta elegancia. Necesitaba un segundo, sólo uno, para el número del baúl. Su esposa, miss Foo-Ling (en realidad, Ramona Mitjans, una chica de Granollers con la que se casó en 1939), se ponía la chaqueta de un espectador, unos grilletes y se metía en un saco. Luego entraba en un baúl, que su marido ataba con cuerdas. Un segundo, lo que se tardaba en correr y descorrer una cortina, y aparecía Foo-Ling sonriente. En su lugar, ya estaba él. En el saco, con las esposas y la chaqueta. “Lo más difícil es ponérsela en el baúl”, reconocía.
El mueble y otras pertenencias están en el Museu de Badalona, la ciudad natal del mago, que cada año por estas fechas le tributa un homenaje. Montserrat debutó a los dos meses. Su hermano, con cinco años. Otros hacen aparecer una paloma. Li-Chang sacaba de la nada el cuerpecito de su hija. Su primogénito, Joan Maria, actuó por primera vez en el Teatre Tívoli. Hacía ver que tenía miedo de unas brujas. Entonces el mago las ahuyentaba y les quitaba las escobas, sobre las que el pequeño aca- baba levitando. Una vez el niño estuvo a punto de negarse a salir. Sus padres no comprendieron por qué hasta que vieron en la platea a sus amigos de la escuela: tenía miedo de que se rieran de él por llorica. En realidad, se convirtió en su héroe porque volaba.
Toda la familia actuaba caracterizada. Joan Forns Jordana es “el xinès de Badalona”. Así tituló su biografía el escritor Jordi Jané. La familia trabajó en Francia, Italia, Suiza, Reino Unido, Alemania, Israel... En 1967 la guerra de los Seis Días les sorprendió en Tel Aviv. Se habían enrolado en el circo Holidays on Ice (ellos eran los únicos que no patinaban). Las dos funciones diarias se suspendieron durante el conflicto, pero los israelíes “nos premiaron por no irnos a las primeras de cambio y después de la guerra hicimos tres pases cada día”.
Una vez les contrataron para el Cirque Chinoise de París y, cuando supo que no eran chinos de verdad, el propietario quiso echarse atrás. “Espere a ver mi número”, le pidió Li-Chang. Cuando acabó, el empresario le dijo: “Es usted más chino que el más chino de mis chinos”.
Conversar toda una tarde con Joan Maria y con Montserrat en su casa de Alella es apasionante. Pinito del Oro, la familia Raluy... Una vez, en un bar de Marsella, se encontraron con unos amigos, “amaestradores de panteras”,
E L TRIBUTO La XV edición de un festival internacional honra a un ilusionista que marcó una época
L A VOCACIÓN Ya enfermo, la familia le pedía que dejara de actuar: “Yo estoy mal, ‘el chino’, no”, decía él
añaden como si tal cosa. Estuvieron en el Circus Krone, el mayor de Alemania. Había una caravana siempre abierta y en la que nadie entraba. La mascota de su dueño, el domador de cocodrilos, era una boa de cinco metros. En el Reino Unido se hicieron amigos de seis elefantes. Cuando terminaba su actuación, uno de los animales siempre buscaba a Montserrat para que se le subiera encima. Un poni de cinco toneladas.
El padre nunca dejó de ser artista, en un casino de pueblo o en un circo de tres pistas. El poeta Joan Brossa, gran amante de la prestidigitación, lo calificó como “el último gran clásico”. Pero cuando sus hijos se hicieron mayores no quisieron seguir sus pasos. Ramona también tuvo que dejar de ayudarle, y él se volcó en espectáculos cada vez más modestos. Tenía problemas de espalda y ya no podía hacer el número del baúl, pero ni el cáncer pudo con él, y trabajó casi hasta el final. “¿Por qué no te retiras, papá?”, le preguntaban. “Porque yo estoy enfermo, pero Li-Chang no”, respondía. Badalona le homenajea hasta el 1 de marzo con actuaciones, talleres, conferencias y presentaciones de libros en teatros, bibliotecas y centros cívicos. Su ciudad se convierte en la capital mundial del ilusionismo.
Ya en el coche, los periodistas recibieron una llamada. Se habían olvidado una bufanda en casa de los Forns Mitjans. “¿Te imaginas que ahora abramos la guantera y salga la bufanda entre serpentinas?”, dijo Àlex Garcia, el fotógrafo. Hubiera sido un final digno de Li-Chang y de sus hijos.