La Vanguardia

Terrence Malick: vacío perfecto

Christian Bale y Natalie Portman presentan ‘Knight of cups” en la Berlinale sin la presencia de su director

- SALVADOR LLOPART

Otra vez Terrence Malick, con su cámara serpentean­te, móvil, elegante. Malick con su gusto por la belleza, subyugado por la arquitectu­ra, inspirado por la naturaleza. Otra vez, y van tres, convertido en un cazador de momentos.

O así se podría denominar su manera de hacer en Knight of cups, su séptima película en 45 años, estrenada ayer en la Berlinale. Como cazador de momentos fue en El árbol de la vida (2011) –aquello si que fueron momentos mágicos-, y en la siguiente, To the wonder, estrenada apenas un año después: un gatillazo.

En esta ocasión el director de Malas tierras (1973) y Días del cielo (1978) cuenta con Christian Bale, el que fuera Batman a las órdenes de Nolan. Aseguran que Bale es un prodigio de preparació­n y entrega y, sin embargo, aquí, con Malick, parece un extraño, ajeno a todo. “Malick no da órdenes: hace sugerencia­s”, explicó el actor en el encuentro posterior con los medios, acompañado de Natalie Portman. Por supuesto, Terrence Malick excusó su presencia.

“Con Malick cada día de rodaje es un día de exploració­n: toda una experienci­a empleada en la búsqueda de algo hermoso”, comentó Portman. También aparece en el filme Antonio Banderas, que hace de Banderas –taconeando flamenco– en una fiesta estilo Hollywood.

El nuevo filme de Malick es un continuo vagabundea­r, con la cámara pegada demasiadas veces al cogote de Christian Bale, al estilo de los primeros Dardenne (los fans de los directores de Rosetta saben de qué hablamos). Bale encarna a Rick, actor de fama, un supervivie­nte entre el brillo y oropel de Los Ángeles. Bale/Rick se pasea entre bellas mujeres, siempre con traje, siempre serio. Con la mirada puesta en la distancia y cara de grandes pensamient­os, en medio de una profunda superficia­lidad que todo lo rodea.

“Knight of cups habla del vacío”, me comenta un fan del filme de Malick, que los tiene. Como tiene detractore­s: un “¡golfo!” entre algunos abucheos –pocos, tantos como aplausos– resonó al final de la proyección. Efectivame­nte, Knight of cups habla del vacío desde el vacío perfecto, que es como multiplica­r cero por cero: o sea, nada. ¿He dicho que el filme es hermoso? ¿Qué tiene un montaje sorprenden­te?

Pero a pesar de todo, uno tiene la impresión que en Knight of cups nadie sabe lo que quiere, ni el mismo Malick. Y todo el mundo, incluido Bale, hace lo que puede: gestos repetidos, fingir lo que no se siente, pasear junto al mar con los pies descalzos, ir y venir en un pretencios­o batiburril­lo. Acunado todo por un soliloquio en off que habla de soledad, de angustia vital, etcétera. Dentro de la inmensidad de sus pretensio- nes, Knight of cups resulta precisamen­te eso: vacío. Y es así, Malick ha conseguido el vacío perfecto. De nuevo.

Mr. Holmes, de Bill Condom, explora, por su parte, los años finales de Sherlock Holmes. Cuando Holmes tiene más de noventa años. Un filme que consigue, gracias a Ian McKellen, su protagonis­ta, algo que parecía imposible: otra mirada diferente, más entrañable y humana, sobre ese monstruo del raciocinio que es el personaje de Conan Doyle.

“Para mí es un estudio de la mortalidad en los momentos finales de un gran hombre”, comentó Condom, que en buena medida ya ha hablado antes del crepúsculo. Dirigió las dos últimas entregas cinematogr­áficas de la serie de Stephenie Meyer, pero no hablamos de ese crepúsculo. Uno se refiere a James Whale en Dioses y monstruos, filme protagoniz­ado por Ian McKellen, el distinguid­o actor británico que repite con Condom en este Mr. Holmes, que humaniza a Sherlock y le da la oportunida­d de enmendar errores del pasado.

Ian McKellen da en ‘Mr. Holmes’ una imagen más humana y entrañable del célebre detective

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TOBIAS SCHWARZ / AFP La actriz estadounid­ense Natalie Portman, ayer en la Berlinale
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