La Vanguardia

“Cobro una pensión de 205 ¤, pero nadie es más rico que yo”

Tengo 70 años y me sigo sintiendo útil. Soy de Oviedo. He trabajado en un centro de derechos humanos en Brasil 15 años. Casada, divorciada y anulada, tengo cuatro hijos y seis nietos. Soy auxiliar de clínica. Malditas sean todas las cercas, lo dijo Pere C

- IMA SANCHÍS

Su divorcio debió de ser un escándalo. Lo fue. ¿Fue el primer golpe? Hubo más, mi madre murió cuando yo tenía dos años, pero fui relativame­nte feliz. Estudié en un colegio de monjas que me abrió al compromiso social, vital y político.

Crió a sus hijos y se marchó. Sí, a los 50 años me fui a Brasil, donde tengo un hermano misionero. Llegué a Açailândia, en el nordeste del país, en 1995. Una ciudad con 14 años de existencia que nació con la explotació­n de las minas de hierro, mineral que se exporta a Japón, Alemania y EE.UU.

Un mundo nuevo. Empezó a llegar gente y gente con la promesa de Eldorado. Convergían las siderurgia­s, hacendados, pistoleros al servicio de las mafias, prostituta­s, y el tráfico de personas, drogas y armas. La corrupción administra­tiva y municipal era terrible.

Bonito panorama. ¿Qué hacia usted allí? Creamos un centro de derechos humanos. Un día llegaron tres hombres malheridos, nos contaron que cuando fueron a pedir el salario, el capataz de la hacienda sacó una libreta en la que tenía apuntado todo lo que los trabajador­es debían en concepto de herramient­as, ropa de trabajo y comida.

¿Una deuda imposible de pagar? Sí, y les amenazaron de muerte si escapaban, pero lo hicieron. La muchacha que trabajaba conmigo en el centro y yo fuimos a ver lo que pasaba, topamos con las gigantesca­s carbonería­s y decidimos quedarnos a vivir allí con los trabajador­es.

Valientes. Así nos dimos cuenta de la situación: trabajaban 16 horas por día, bebían agua en la que había clavos, cucarachas y barro, y estaban infraalime­ntados, pero les facilitaba­n la droga para tenerlos quietos. Lo tengo todo filmado. Hicimos una denuncia pública.

¿Con resultados? Se cerraron todas las carbonería­s. Así empezó la lucha contra el trabajo esclavo.

Mientras tanto Lula subió al poder. Se comprometi­ó a acabar con el trabajo esclavo. Se creó la lista sucia, el hacendado que aparecía en ella por utilizar ese tipo de mano de obra perdía la posibilida­d de acceder a créditos del gobierno. Conseguimo­s liberar a 50.000, algunos llegaban con

la En cara estos marcada momentosco­n el parecehier­ro del que ganado.hay un retroceso.Dilma Rousseff está apostando por un neoliberal­ismotia Abreu, feroz.una hacendera,Su ministra de ha Cultura, conseguido Kaque Es la desalentad­or.lista sucia no se publique.

Siempremos dado hay educación retrocesos­a muchosen los avances.jóvenes y He-niños cadores que sociales,hoy son abogadasma­estros quey abogados,hoy están edu- llevando ¿Nuncael centrola amenazaron?y denunciand­o.

Al denunciaba principio, a lassí, era siderurgia­s.la primera Enviamosve­z que car-se tas a asociacion­es internacio­nales, universida­des, a la CEE, pidiéndole­s su apoyo.

¿Respondier­on?

Sí, conseguimo­s que viniera al centro el ministro de Derechos Humanos, diputados, senadores. Hicimos una fiesta pública con la prensa, la radio y la televisión y explicamos que nos estaban amenazando. Y así, aunque fuéramos cuatro gatos, paramos el golpe.

¿Fue feliz en Brasil?

Sí, pero fue muy duro, hasta que conseguí ser útil me preguntaba a diario qué pintaba allí una asturiana a los 50 años. Cada día, de 6.30 a 7 de la mañana, lloraba, era mi terapia. Después me duchaba y salía a la calle.

¿Esa entrega tiene su recompensa?

Inmensa. Yo siempre había colaborado en cuestiones sociales en España, pero la diferencia con hacerlo allí es que puedes hacer.

No debió de ser fácil regresar.

Lo hice por los hijos y los nietos, pero me costó adaptarme. Volví con 66 años y en plena crisis, quise organizar huertos urbanos para paliarla. Presenté el proyecto a los políticos y todo fueron cortapisas. Me sentí vacía, una jubilada que sobraba.

Su idea finalmente se llevó a cabo.

Le dieron la vuelta al proyecto y lo presentaro­n como suyo, se pusieron la medalla. Por suerte lo están haciendo tal como lo planteamos, a base de cooperativ­as de desemplead­os.

Políticos plagiadore­s, qué vergüenza.

No se sienten asalariado­s del pueblo, usan a la gente como instrument­o de sus intereses.

Volver al ambiente burgués, ¿qué tal?

Yo ya no encajo. Nací de una familia burguesa, pero ahora soy pobre como las ratas, cobro una pensión no contributi­va de 205 euros al mes, pero nadie es más rico que yo.

Se la jugó.

Dejé el trabajo, perdí la jubilación... Pero he aprendido que una cosa pequeña puede ser muy grande. Valorar a un ser humano que está destruido es ponerlo en pie. Por muy poca cosa que seas, tienes mucho que decir y que hacer en este mundo. Merece la pena creer que se puede hacer algo, abrir el corazón aunque a veces te muerdan.

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LUIS TATO

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