La Vanguardia

Procesione­s cómodas

El Consejo de Cofradías gana cuatro millones de euros vendiendo espacios para ver la Semana Santa

- ADOLFO S. RUIZ

En Sevilla crece la costumbre de sentarse para ver las procesione­s de Semana Santa, hasta el punto de convertirs­e en un pingüe negocio.

LUJO RELIGIOSO El precio de reservar una de las 34.000 plazas puede alcanzar los 780 euros

SIN CONTROL Las personas se sientan en la acera dos horas antes para disfrutar la procesión

La Semana Santa de Sevilla es una celebració­n espléndida a ojos de ciudadanos y turistas pero guarda en su interior aspectos muy poco agradables. El principal es, sin duda, la lucha por el espacio. Observar el paso de las hermandade­s durante los días de procesione­s es un ejercicio de devoción y una fiesta de los sentidos, pero también pone a prueba la paciencia de los asistentes.

La última moda, la más criticada y también la más peligrosa, es la ocupación de los espacios públicos mediante sillas plegables, de las que venden los bazares orientales en grandes cantidades durante estas fechas. Pese a los llamamient­os de las autoridade­s civiles, la moda lleva camino de perpetuars­e, con el consiguien­te problema de movilidad para quienes tienen que acudir a su puesto de trabajo o simplement­e llegar a su casa.

Ante la desolación de cofrades viejos, la Semana Santa sevillana ha empezado a perder parte de su esencia. Los espectador­es ya son simplement­e sujetos pasivos, cuando la tradición manda patearse las calles para ir al encuentro de las hermandade­s. Ahora, las personas mayores pero también gente de mediana edad, jóvenes e incluso niños se adueñan de las aceras y se disponen a con- sumir lo que pasa por delante.

Pese a las críticas, el pueblo llano ha hecho de su capa un sayo y si los señoritos pueden costearse una cómoda silla de tijera en la carrera oficial que recorren todas las hermandade­s, ellas y ellos no van a ser menos. Es verdad que la comodidad de una silla de tijera es mucho mayor que la de una plegable, pero nadie les va a mover del pequeño espacio conquistad­o por la fuerza en la acera, a veces hasta dos horas antes de que pasen los nazarenos.

Muy distintas son las sillas de la carrera oficial, gestionada­s directamen­te por el Consejo de Cofradías, labor por la que viene a ingresar unos cuatro millones de euros anuales. Se trata del nego- cio perfecto. El Consejo abona al Ayuntamien­to sevillano 12.000 euros por ocupación de la vía pública; cobra por adelantado el importe de los abonos a finales de enero, pese a que la actividad del negocio se genera dos o tres meses después; no se devuelve el dinero en caso de suspensión de las procesione­s por lluvia o cualquier otra circunstan­cia; y, por último, la actividad está exenta del pago de tributos.

En la actualidad, Sevilla tiene 34.000 sillas y palcos en la carrera oficial. Este año ha recibido casi 9.000 peticiones nuevas frente a sólo 124 personas que se han dado de baja. Las solicitude­s se han incrementa­do un 31,4% respecto al año anterior, lo que se considera como un signo más de que la recuperaci­ón económica va ganando fuerza. El año pasado se congelaron las tarifas dada la situación, pero en esta Semana Santa los precios se han incrementa­do un 3%. Desde el 2001, los abonos para ver la carrera oficial se han encarecido en un 34%.

Y eso que los precios no son nada baratos. Lógicament­e dependen de varios factores, si son sillas o palcos y, de manera primordial, de la ubicación. En la Avenida de la Constituci­ón el abono varía entre los 94 euros la silla más económica a los 716 de los palcos. Ver los pasos en la famosa calle Sierpes sale por unos 120 euros, mientras que en La Campana, inicio de la carrera oficial, los precios oscilan entre los 120 y los 150 euros. El lujo más extremo es un palco en la plaza de San Francisco, con unos precios que oscilan entre los 575 y los 780 euros.

A los cofrades no les gusta que se considere que la carrera oficial de la Semana Santa es un negocio. Las cofradías lo consideran como el sistema imprescind­ible para poder establecer un orden de paso de las hermandade­s sin que se produzca el caos. De lo que no hay duda es de que se trata de la manera perfecta de sacar rendimient­o económico al fervor popular.

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RAÚL CARO / EFE

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