Procesiones cómodas
El Consejo de Cofradías gana cuatro millones de euros vendiendo espacios para ver la Semana Santa
En Sevilla crece la costumbre de sentarse para ver las procesiones de Semana Santa, hasta el punto de convertirse en un pingüe negocio.
LUJO RELIGIOSO El precio de reservar una de las 34.000 plazas puede alcanzar los 780 euros
SIN CONTROL Las personas se sientan en la acera dos horas antes para disfrutar la procesión
La Semana Santa de Sevilla es una celebración espléndida a ojos de ciudadanos y turistas pero guarda en su interior aspectos muy poco agradables. El principal es, sin duda, la lucha por el espacio. Observar el paso de las hermandades durante los días de procesiones es un ejercicio de devoción y una fiesta de los sentidos, pero también pone a prueba la paciencia de los asistentes.
La última moda, la más criticada y también la más peligrosa, es la ocupación de los espacios públicos mediante sillas plegables, de las que venden los bazares orientales en grandes cantidades durante estas fechas. Pese a los llamamientos de las autoridades civiles, la moda lleva camino de perpetuarse, con el consiguiente problema de movilidad para quienes tienen que acudir a su puesto de trabajo o simplemente llegar a su casa.
Ante la desolación de cofrades viejos, la Semana Santa sevillana ha empezado a perder parte de su esencia. Los espectadores ya son simplemente sujetos pasivos, cuando la tradición manda patearse las calles para ir al encuentro de las hermandades. Ahora, las personas mayores pero también gente de mediana edad, jóvenes e incluso niños se adueñan de las aceras y se disponen a con- sumir lo que pasa por delante.
Pese a las críticas, el pueblo llano ha hecho de su capa un sayo y si los señoritos pueden costearse una cómoda silla de tijera en la carrera oficial que recorren todas las hermandades, ellas y ellos no van a ser menos. Es verdad que la comodidad de una silla de tijera es mucho mayor que la de una plegable, pero nadie les va a mover del pequeño espacio conquistado por la fuerza en la acera, a veces hasta dos horas antes de que pasen los nazarenos.
Muy distintas son las sillas de la carrera oficial, gestionadas directamente por el Consejo de Cofradías, labor por la que viene a ingresar unos cuatro millones de euros anuales. Se trata del nego- cio perfecto. El Consejo abona al Ayuntamiento sevillano 12.000 euros por ocupación de la vía pública; cobra por adelantado el importe de los abonos a finales de enero, pese a que la actividad del negocio se genera dos o tres meses después; no se devuelve el dinero en caso de suspensión de las procesiones por lluvia o cualquier otra circunstancia; y, por último, la actividad está exenta del pago de tributos.
En la actualidad, Sevilla tiene 34.000 sillas y palcos en la carrera oficial. Este año ha recibido casi 9.000 peticiones nuevas frente a sólo 124 personas que se han dado de baja. Las solicitudes se han incrementado un 31,4% respecto al año anterior, lo que se considera como un signo más de que la recuperación económica va ganando fuerza. El año pasado se congelaron las tarifas dada la situación, pero en esta Semana Santa los precios se han incrementado un 3%. Desde el 2001, los abonos para ver la carrera oficial se han encarecido en un 34%.
Y eso que los precios no son nada baratos. Lógicamente dependen de varios factores, si son sillas o palcos y, de manera primordial, de la ubicación. En la Avenida de la Constitución el abono varía entre los 94 euros la silla más económica a los 716 de los palcos. Ver los pasos en la famosa calle Sierpes sale por unos 120 euros, mientras que en La Campana, inicio de la carrera oficial, los precios oscilan entre los 120 y los 150 euros. El lujo más extremo es un palco en la plaza de San Francisco, con unos precios que oscilan entre los 575 y los 780 euros.
A los cofrades no les gusta que se considere que la carrera oficial de la Semana Santa es un negocio. Las cofradías lo consideran como el sistema imprescindible para poder establecer un orden de paso de las hermandades sin que se produzca el caos. De lo que no hay duda es de que se trata de la manera perfecta de sacar rendimiento económico al fervor popular.