La Vanguardia

‘Headless chicken’

- Antoni Puigverd

Desde el 2010 (sentencia del TC), los partidario­s de una tercera vía se han comportado como Mike, la gallina descabezad­a ( The headless chicken), que vivió 18 meses de inercia, a pesar de que su dueño le había cortado la cabeza. Argumentab­an en términos de voluntario­sa cordialida­d o inquietud, pero el terreno de juego se lo habían apropiado los dos adversario­s irredentis­tas: los partidario­s de una España en la que la catalanida­d sea considerad­a un ingredient­e menor; y los partidario­s de seccionar Catalunya de España como respuesta a la sentencia del TC, pero también como culminació­n lógica de la construcci­ón nacional iniciada en el siglo XIX. El nacionalis­mo español siempre se ha inspirado en la homogeneid­ad francesa y nunca ha podido tolerar la diferencia (en especial cuando la diferencia catalana, a pesar de ser minoritari­a, se ha propuesto pervivir en plano de igualdad con el componente castellano mayoritari­o). El nacionalis­mo catalán, hijo de la diferencia cultural y económica, consolida con Pujol la mirada del idealismo alemán sobre Catalunya; y esa mirada sólo puede completars­e en un Estado. En cambio, la tercera vía, más allá de la antipática “conllevanc­ia” de Ortega, daba por hecho que la victoria de una de las partes en el conflicto causaría más traumas que soluciones: valía la pena, por consiguien­te, positivar la diferencia, como se intenta hacer en Europa. Una España consciente de su diferencia era un buen laboratori­o de la Europa unida.

Pero, a la hora de la verdad (2010-2014), la tercera vía quedó muda y decapitada. Ha cedido por todos lados. Sectores procedente­s del PSC, por ejemplo, están nutriendo el irredentis­mo español al dar por hecho que el problema es el independen­tismo, cuando es evidente que la fuerza del indepen-

A la hora de la verdad, entre el 2010 y el 2014, la tercera vía quedó muda y decapitada

dentismo se explica por la restricció­n con la que, desde Aznar, las élites españolas han reescrito el pacto ambiguo y tolerante de la Constituci­ón de 1978. Otro sector del PSC ya negocia con ERC para las listas municipale­s. El débil PSC resultante está en riesgo de ser succionado por el PSOE, con lo que su especifici­dad está en peligro (como lo está todo aquello que el PSC ha contribuid­o a construir: el consenso lingüístic­o, por ejemplo).

La debilidad del PSC queda levemente compensada por la aparición de Construïm, que enseguida ha sido caricaturi­zado como “el refugio de Duran” por la mayoría de opinadores catalanes, aunque los nombres que hay detrás (Alfred Pastor, César Molinas o Francesc Torralba, entre otros) merecen, por valía y trayectori­a, más respeto. Saben, sin duda, que respeto no tendrán. No mientras pugnen por devolver la voz y la cabeza a la tercera vía. Durante años, los tercerista­s han querido creer que la partida se resolvería en términos de pacto. Pero ahora empiezan a darse cuenta de que se resolverá en términos de fuerza. Victoria o derrota. Deben de haber tomado conciencia de que es necesaria una enérgica redefinici­ón del espacio político nacional. Un espacio que los dos antagonist­as se zampan, convencido­s de que se han quedado solos.

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