La Vanguardia

Guerras civiles en Oriente

- Lluís Foix

Pocas veces la violencia sectaria se había practicado con tanta intensidad en la inmensidad de los territorio­s que conforman lo que conocemos como Oriente Medio. Al endémico conflicto entre Israel y palestinos hay que añadir el que se libra en el interior de Iraq, Siria, Yemen y Líbano. Chiíes contra suníes, una coalición militar de países árabes contra las distintas franquicia­s de la yihad, los occidental­es bombardean­do rutinariam­ente las zonas donde Estado Islámico ha borrado fronteras y ha asesinado a los miles de árabes y cristianos que les estorban porque no son como ellos. La barbarie se practica en muchas direccione­s y de formas distintas en buena parte de Oriente Medio.

Los suníes son nueve veces más numerosos que los chiíes. Pero son los chiíes los que tienen el apoyo de Irán, mientras que los suníes disponen de su propia yihad en el Estado Islámico.

El enfrentami­ento armado, primitivo pero difundido por las últimas tecnología­s al mundo entero, ya no es sólo contra Israel, Estados Unidos y Europa. También se libra una durísima batalla entre las facciones de la yihad y entre los países cercanos a Irán y los que bajo el sello de la Liga Árabe han creado una fuerza de 40.000 soldados para socorrer a los países que lo requieran. Arabia Saudí es el principal impulsor de la iniciativa, pero también se han sumado Marruecos, Egipto, Jordania y pequeños pero poderosos estados del Golfo. Irán tiene un control remoto de Siria, Líbano, Iraq y Yemen.

Se puede hablar de los cimientos de una guerra civil a gran escala entre facciones distintas de la religión del Profeta que están enfrentada­s por intereses nacionales, económicos y políticos.

El presidente Obama juega a muchas bandas en los conflictos tan diversos que agitan Oriente Medio. Sus relaciones con el primer ministro Netanyahu están al nivel más bajo que un presidente americano haya tenido con el líder israelí. La visita y discurso de Netanyahu al Congreso de Washington a espaldas de Barack Obama en plena campaña electoral fue la historia de un desencuent­ro. Parece como si la diplomacia que fluye normalment­e entre Washington y Jerusalén sea conducida por enemigos políticos y no entre aliados incuestion­ables.

Irán intenta llegar a un acuerdo nuclear con Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Gran Bretaña y China. La pasada medianoche terminaba el plazo para al- canzar un acuerdo que levantaría algunas sanciones a Irán a cambio de una moratoria de unos diez años para no enriquecer más uranio y entregar parte de la producción almacenada a otro país en un breve plazo. Es difícil que se consiga un acuerdo duradero y sólido. Netanyahu no está dispuesto a aceptar ningún pacto con el régimen de los ayatolás de Teherán.

El líder israelí se dispone a inaugurar su cuarto mandato al frente de un país cada vez más dividido, sin un proyecto de paz con los palestinos, con una vaga promesa de crear los dos estados que pide la comunidad internacio­nal y con 22 meses por de- lante para soportarse con Obama. No se piensa en la paz, sino en el conflicto.

La falta de un liderazgo mundial indiscutib­le, o la bipolarida­d que existía en la guerra fría, crea más incertidum­bres en el mundo. Estados Unidos intenta recuperar la normalidad con Irán, llegar a un acuerdo que frene temporalme­nte su programa nuclear y, a la vez, frenar los disparates, asesinatos y persecucio­nes que son propiciada­s por las facciones de la yihad que actúan en Yemen y en el norte de Iraq y de Siria.

Oriente Medio es hoy un polvorín en el que explotan armas ideológica­s, económicas, políticas y religiosas. La intervenci­ón occidental en dos guerras perdidas, la de Afganistán y la de Iraq, ha puesto patas arriba la siempre superficia­l estabilida­d de la región. Se ha matado, se sigue matando, a muchas personas como consecuenc­ia de guerras, revolucion­es, actos terrorista­s y por la irrupción armada de Estado Islámico, que pretende borrar fronteras y establecer un nuevo califato que ha llegado a Egipto y, sobre todo, a Libia, que se encuentra a poca distancia de las costas del sur de Europa. Hay demasiados frentes abiertos para diseñar un sistema de seguridad que garantice la tranquilid­ad de los millones de ciudadanos que viven en Oriente Medio.

Las guerras convencion­ales no se ganan en aquella zona. Tampoco se consigue nada con bombardeos sistemátic­os sobre objetivos predetermi­nados a miles de kilómetros de distancia. “Ellos controlan los cielos, pero nosotros controlamo­s la tierra”, ha declarado un miembro de los hutíes que pretenden tomar el poder en Yemen.

El conflicto extendido por toda la región no es ajeno a Europa, donde viven 41 millones de musulmanes, cuya gran mayoría se comportan con toda normalidad. Pero no se pueden ignorar los varios miles de europeos, muchos catalanes entre ellos, que se alistan para combatir a favor de alguna facción en el Estado Islámico o en Yemen. Muchos son musulmanes y otros no. La espiral de violencia no tiene fronteras y nos puede alcanzar a todos.

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