Imágenes de decapitaciones
Por qué publicar imágenes de decapitaciones islamistas? Es lo que quieren los yihadistas: repercusión mediática. En internet saldrá todo lo que se quiera. Pero la prensa, incluida la digital, debería poner fin a esas imágenes, que en sí mismas no informan y hacen sin querer el juego al yihadismo. Generan, por mimetismo, más simpatizantes del terrorismo.
La prensa ha de informar y formar. Se debe al interés público. Si sólo fuera por informar, el derecho a la información no sería un derecho tan esencial. Se informa para contribuir a la inteligencia y la sensibilidad, a la opinión y el debate, a la libertad y la democracia. Las imágenes de decapitaciones, excitantes para los fanáticos, no tienen justificación formativa ni informativa.
El derecho a la información debe ceder en este caso ante otros derechos. Primero, el derecho a la libertad: si se publican las imágenes que los terroristas emiten, contribuimos sin querer al recorte de las libertades, por la acción terrorista y la antiterrorista. Segundo, el derecho a la vida: los fanáticos matarifes no son tontos, esperan que les hagamos publicidad, y cada vez más jóvenes occidentales, desarraigados y engañados, están dispuestos a hacer de Libia un nuevo Afganistán y de ciudades españolas un trampolín y un objetivo. Es preferible la seguridad a la supuesta información de difundir macabras puestas en escena. Tercero: el derecho a la formación. Que las redes sociales (a menudo antisociales) difundan lo que quieran, pero el periodismo no debe hacerlo. Tiene el deber de formar y no sólo de informar. Lo que desean los terroristas es verse en por- tada de los principales medios influyentes.
Hay guerras que atraen. Ocurre ahora con la de la bandera negra antioccidental. Ocurrió en Occidente: siempre ha habido voluntarios y milicianos cuando si se promete el oro y el moro, la redención de la patria o la muerte del enemigo. Léanse los discursos del Nobel alemán Thomas Mann a favor de la “purificación” que representaba entrar en la Primera Guerra Mundial, luchando por la “Cultura” y en contra de la “civilización” utilitarista de Francia e Inglaterra. No usaba palabras menos horripilantes que las que se dedican ahora a los herejes occidentales.
A esos jóvenes fanáticos que se mueven encapuchados en internet les resulta naturalmente atractiva la imagen de otros jóvenes, encapuchados como ellos, realizando, machete en mano, ese delirio.