Correbous, castells y tiro al pie
El soberanismo ha dado una lección: ya que la lluvia no parece llamada a fastidiar la Semana Santa, dejemos a la gente tranquila y hagamos un plan exprés para la independencia sin cámaras, sin ruido y –alabado sea el Señor– sin hacer historia.
Yo no entiendo de política catalana y les pido disculpas porque no hallarán luz en estas líneas. Sólo perplejidad, lamento y un punto de guasa: correbous, castells y ahora la pasión por el deporte del tiro al pie (propio).
Como quien no quiere la cosa, como si esto fuera una broma, el frente CDC-ERC anuncia con la boca pequeña un pacto para romper con España en un plazo de 18 meses. Y lo detallan. Francamente, ni el plan Pons aquel de belleza en siete días...
¿Nos hemos bebido el entendimiento? ¿Así esperan ganarse el apoyo de la Unión Europea? ¿Se acorrala uno a base de errores de cálculo y después cierra las salidas de emergencia?
En teoría, un unionista de primera hora debería de estar dando saltos de alegría ante el panorama o cargando la suerte de picar al toro (es decir, agrandando la herida).
¡Qué curiosa es la vida! El proceso soberanista cobró impulso el día que el Parlament prohibió –bonita palabra– los toros por españolistas y a día
Y cuando queramos negociar otra financiación seremos más débiles que cuando todo esto empezó
de hoy el panorama puede ser descrito en términos taurinos: CDC y ERC hacen otro brindis al sol, los primeros espadas se esconden en el burladero mientras dejan a los peones de brega con un toro áspero – vender en Semana Santa un plan low cost para la independencia– y aumenta la división de opiniones en los tendidos. ¡Música, maestro!
Pues no. Los toros me apasionan pero este espectáculo no me gusta: vamos camino de una función de la banda del Empastre, los enanitos toreros y el Platanito, un sucedáneo del Cordobés cuya arrebatada voluntad –y manifiesta incompetencia– hacía reír a la España casposa de los sesenta.
¿Creen ERC y CDC que con una victoria justita –en el mejor de los casos– en unas elecciones regionales –así las interpretan en París, Bruselas o Berlín salvo si obtienen un 80% como Salmond antes de ir a Londres– van a alcanzar la muy ambiciosa meta anunciada anteayer? Ya no les cuento pactar un referéndum de verdad con Madrid, que muchos catalanes apoyaríamos...
Somos una nación sin Estado. Y sin hombres de Estado. Se nota. Mantenemos un pulso arrogante desde la inferioridad y en lugar de recuperar el sentido de la mesura, la oportunidad y la paciencia, vamos de aventura en aventura, de tiro al pie en tiro al pie...
Barrunto que dentro de 18 meses Catalunya seguirá siendo una cierta España pero con este viaje a ninguna parte todos los catalanes habremos perdido. Energías, tiempo, estima y respeto. Y cuando queramos negociar una financiación más justa u otro encaje constitucional seremos más débiles que cuando empezó todo esto.