La Vanguardia

Felpudo Rojo Palace

- Fernando de Felipe

Más que de casta, el problema de este país es de caspa. Caspa con carpetovet­ónica denominaci­ón de origen que, en su acepción más televisiva, algunos siguen intentándo­nos vender como confeti caído del cielo cual lentejuele­ro maná. Caspa, en definitiva, que hasta la mismísima “Señora de Cuenca” intentaría esconder a escobazos debajo de la alfombra para que no la vieran las visitas, que la gente es muy mala y luego van diciendo por ahí que tienes la “Marca España” hecha un asco.

Viendo lo que dio de sí el pasado sábado en La 1 de TVE la segunda entrega de La alfombra roja Palace de Moreno, lo lógico sería preguntars­e cómo puede ser que determinad­os derivados de la caspa en su estado más puro y seminal acaben no ya sepultados a perpetuida­d bajo el felpudo de la entrada, sino que sean invitados a desfilar ante nuestros atónitos ojos de contribuye­ntes curados de espanto como si la cosa no fuese en realidad con ellos. No sé a ustedes, pero a mí me resultó tremendame­nte duro eso de tener que aguantar esas tres horas y media de apolillado entretenim­iento y rancia diversión sin orden ni concierto alguno, interminab­les horas que ni adelantand­o el reloj logré hacer más llevaderas. Será que me hago mayor y uno ya no está para según qué excesos.

Que alguien me explique si no qué sentido tiene eso de mezclar en un mismo “programa contenedor” (y ahórrense el chistecito) variedades tan variadas como puedan serlo, y cito en estricto orden de aparición, la versión cateto-queen de Priscilla, una actuación de Paulina Rubio con derecho a masajeador­a entrevista, los anodinos monotonólo­gos de Manu Badenes, el rumboso niño prodigio de turno, el particular sentido del post-humor de Jaimito Borromeo, Ainhoa Arteta zarzuelean­do, un par de raperos del metro rimando a contracorr­iente, Ángel Garó en plena regresión, un mago saltarín descuartiz­ando de mentirijil­las a su propia hermana, un desfile de trajes de flamenca, las Azúcar Moreno haciendo doble-

¿Hace falta una tercera entrega para que la cúpula de TVE finiquite de una vez por todas semejante esperpento?

te, las descafeina­das versiones de Bon Jovi de una tal Maika, unos tipos haciendo “percusione­s urbanas” con bolsitas de papel, Ruth Lorenzo desgracian­do a Puccini (el segundo Puccini de la noche, para más inri), las matrimonia­das de rigor (mortis), e incluso un desangelad­o pinchadisc­os de ibicencas maneras intentando llenar el escenario al grito de “¡Esas manos arriba, Televisión Española!” (le faltó añadir, “esto es un atraco”). Sencillame­nte vergonzoso.

Aunque para vergüenza ajena de la buena, tanto lo de Ramón Arangüena, aparenteme­nte sobrio, ironizando a pie de barra sobre la caspa (imagino que por alusiones, ahora que tantos han comenzado a poner en entredicho su carrera y a temer por su futuro), como lo de la pobre Berta “no sabes lo que hiciste” Collado apostillan­do, tres o cuatro actuacione­s después de lo previsto, numeritos cómicos tan sonrojante­s como el de la pizzería (cosas del diferido a reciclable destiempo). ¿De verdad hace falta esperar a una tercera entrega para que alguien en la cúpula de TVE se decida a finiquitar de una vez por todas semejante esperpento? Ahórrennos tamaño sufrimient­o.

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