Postales gigantescas
En las obras de Lluís Hortalà (1959) se funden dos estéticas concretas de la montaña de Montserrat: la de las postales antiguas del padre Benet Junqué, que el artista colecciona desde hace décadas, y la de las fotos de su dietario de las guías de montaña de los años 70, de Josep Maria Rodés y Ferran Labraña, puestas en relación con su dilatada experiencia de escalador. Este es el punto de partida para realizar los impactantes dibujos al carboncillo de las sugestivas formas de las colinas montserratinas.
En la exposición, Hortalà propone una serie de obras recientes sobre las postales en las cuales los textos informativos que acompañan a las imágenes se transforman en paisaje, la imagen desaparece y sólo queda el texto. En algunas de las obras, las imágenes están parcialmente eliminadas; la narración visual, aunque difuminada, queda en suspense.
En sus dibujos, el autor refleja su visión de la montaña, después de haber recorrido exhaustivamente casi todos los monolitos importantes (con la imprescindible aguja del Cavall Bernat) y los lugares más inhóspitos de la zona, desde las vías más difíciles en las grandes paredes a las agujas más perdidas, a menudo en solitario. Su pasión por la montaña de Montserrat em- pezó a mediados de los años 70, cuando formó parte del grupo de escaladores que innovaron el panorama de la escalada montserratina de la época.
Lluís Hortalà también presenta en un vídeo su reflexión metafórica sobre el deseo de naturaleza, donde hace desaparecer la montaña con una animación que está ligada al dibujo, reflejando el tiempo de la erosión natural. Según el autor, “a través de las tarjetas postales personificábamos y recorríamos con las manos las imágenes de las rocas, imaginábamos itinerarios nuevos y dibujábamos las postales a la escala de nuestros cuerpos”.