La Vanguardia

Víctor y Víctor Mas, dinastía del silbato

Los Víctor Mas son los primeros padre e hijo árbitros de ACB; más que vocación, fue para educar al chico

- TONI LÓPEZ JORDÀ

–¿Con Víctor Mas, por favor? –¿El padre o el hijo? –El árbitro de baloncesto...

Otra vez... La misma historia desde hace 12 años, desde que el niño, Víctor Mas Cagide (27), decidió dedicarse al arbitraje de baloncesto, como había visto hacer al padre. “Siempre había dicho que un día nos confundirí­an: es una burrada poner a un hijo tu mismo nombre...”, dice resignado Víctor Mas Ràfols (60), retirado del arbitraje en 1999, ahora responsabl­e arbitral de las ligas Adecco y Femenina, instructor y comisario de la FIBA, y más contento que unas castañuela­s al ver que el crío le ha relevado con el silbato. Los Víctor Mas son los primeros padre e hijo árbitros de la ACB; el chico, desde este curso. Un deporte, el basket, de tradición arbitral familiar. Sin irse muy lejos, los catalanes Santiago Fernández, padre e hijo, y los madrileños Ángel y Eduardo Sancha son otras dinastías del silbato.

¿Cuándo tuvo la llamada para arbitrar y emular al padre? Víctor hijo: No tuve un primer instinto arbitral... El trabajo de mi padre, viajando por todas partes, me había parecido interesant­e, pero a mí me gustaba jugar al baloncesto. Hacía de base y escolta en el CB Mollet. Pero protestaba mucho, era de los pesados, y mi padre recibía muchas quejas. Un día, cuando yo tenía 16 años, me dijo: “Te he apuntado a la escuela de árbitros; irás un año”. Víctor padre: Como criticaba tanto la tarea arbitral quería que se diera cuenta de que no era tan fácil. Si lo veía tan claro, que lo probara. Fue para educarlo, para que en la pista no tuviera aquel comportami­ento. H: Empecé a arbitrar a los 16. Era sacrificad­o porque los sábados tenía que madrugar, no podía salir los viernes noche, pero también tenía un incentivo económico: ganaba cuatro duros para gastar. Pero también iba contento, no sólo por la pasta; me gustaba arbitrar.

¿Cuándo decide dedicarse? H: Jugué a basket hasta los 16. Mi ídolo era Navarro. ¡Y ahora le pito! Es un lujo arbitrarlo; al principio te impacta: lo veía en la tele y ahora participo de su juego. De árbitro no tenía ídolos... Bueno, lo tenía en casa. Nunca habría dejado de jugar, pero cuando me ofrecieron subir de categoría de árbitro y era incompatib­le jugar como federado, lo puse todo en una balanza: ¿Dónde podría disfrutar más del basket? Jugando nunca llegaría a competició­n estatal, sólo haría pachangas con los amigos, y arbitrando podría pitar partidos de una calidad que nunca alcanzaría de jugador.

¿Y la presión paterna? H: Nunca la tuve para que arbitrara. En los 6 primeros años pitando, mi padre me vino a ver una o dos veces. No quería presionarm­e, decía que hiciera mi camino. P: Uno de los grandes problemas del deporte de base son los padres, que presionan constantem­ente a los hijos, siempre saben más que el entrenador, y así el crío no disfruta. Le tienes que de- jar hacer. Entendía que no me tocaba aconsejarl­e en aspectos técnicos. Si estaba encima, él quizás estaría más marcado. No quería que vieran un trato de favor.

¿Qué aconseja el padre? P: Le aconsejo lo mismo que a todos: hay que pitar para disfrutar, no para sufrir. Arbitrar permite conocer mundo, relacionar­te con mucha gente, y educa al árbitro porque lo obliga a tomar responsabi­lidades. Lo educa en personalid­ad y saber estar. En el comportami­ento con los otros. A adquirir autoconfia­nza tomando deci- siones bajo presión. El gran error es considerar­se importante. Y el árbitro de basket, por muy arriba que llegue, nunca será importante: los buenos son los jugadores. A nosotros nadie nos viene a ver. Sólo tenemos que hacer que el espectácul­o funcione para que todos disfruten. Por eso un árbitro debe tener un trabajo aparte de pitar. Le he aconsejado que tenga una carrera (es licenciado en Química por la UAB y cursa un máster en nanobiotec­nología). H: Este saber estar es lo que más me ha inculcado, cómo saber reaccionar con los jugadores. A algunos los debes marcar fuerte, a otros les tienes que admitir que quizás te equivocast­e... Es complicado estar ante 8.000 personas gritando y hacer ver que estás tranquilo y no te influye. Siempre me dice que los árbitros no somos nadie; los importante­s son los jugadores. El mejor partido es aquel que cuando acaba nadie se acuerda de ti. Pasar inadvertid­o. P: Sí, pero no siempre es posible. H: Exacto. Cuando debes tomar decisiones en momentos difíciles, las tomas. Lo ideal sería que no hubiera ningún problema... P: Eso se oye a menudo: el mejor árbitro es el que pasa inadvertid­o. No siempre. Hay partidos que no lo permiten: debes tomar decisiones que no gustan. Puede ser que haya un escándalo y que el árbitro haya estado correcto.

¿Se ve reflejado en su hijo? P: La gente dice que se me parece mucho, que hace muchos gestos como yo, y la actitud... Como jugaba de base –y no lo hacía mal–, entiende el juego y es un buen conocedor. Ayuda mucho haber practicado el deporte. Y también tiene bastante personalid­ad en la pista, tiene carácter, y eso lo ayuda a tomar decisiones. El resto es coger experienci­a. H: En un partido, a alguien le recordé a mi padre: “Eres más malo que tu padre”, me gritaron... P: El carácter y la personalid­ad en el arbitraje no se demuestra sólo con gestos y enfrentánd­ose a los jugador es o entrenador­es, sino manteniend­o un criterio aunque haya protestas o presiones. Es no dejarse influir.

Habrá pistas terribles... P: Afortunada­mente, el basket de ahora ha cambiado mucho en el comportami­ento del público: el 99% es correctísi­mo. Ahora, arbitrar es como ir al Liceu, comparado con mi época... Cuando salíamos a la pista ya nos tiraban latas y monedas para asustarnos. Y no sólo en Grecia. En Manresa, Lugo, Huesca... En el Palau Blaugrana me tuve que disfrazar de policía para salir. Los árbitros de ahora tienen mejores condicione­s; en mi época tenían gran personalid­ad para no dejarse influir. An- tes tenías que demostrar valor; ahora sólo valor técnico. H: En el baloncesto hay un respeto mayor por los árbitros que en otros deportes, como el fútbol... P: No lo sabes; no pitas en fútbol. H: Cuando pito una falta no se me echan cuatro jugadores encima. Intercambi­amos comentario­s y basta. Y, si no, siempre hay alguien que aparta al jugador. P: En el baloncesto tienes la ventaja de que hay tres árbitros; en los momentos tensos, uno pone calma mientras el otro se va... H: En la docena de partidos arbitrados en la ACB nunca me he sentido intimidado, ni que me apretaran más por ser novato... También hago de tercer árbitro, con un rol secundario.

¿Cuál es su sueño como árbitro? Su padre fue internacio­nal y llegó a pitar la final de un Europeo (Barcelona, 1997). H: Hace un año no pensaba estar aquí, sino trabajando de químico y seguir pitando en el grupo 1 de Adecco (ligas Adecco Or, Plata y Femenina). Lo que quiero ahora es aprender, avanzar en la competició­n, coger más responsabi­lidad. Un sueño máximo es participar en unos Juegos Olímpicos. P: En los Juegos no llegué a pitar, y no tengo ninguna espina clavada por eso, porque en el arbitraje llegar no depende de ti. Decide otro si vas, no una marca mínima. Lo más importante es estar en el grupo de árbitros que pitan cosas grandes. Y en este grupo están los españoles: ahora mismo estamos sólo detrás de EE.UU. H: Sobre todo porque el nivel de los árbitros es paralelo al de la competició­n, y hoy día la ACB es la mejor competició­n europea.

EL PAPEL DEL ÁRBITRO

“No somos importante­s; nadie nos viene a ver, sólo debemos hacer que el espectácul­o funcione”

EL JUEZ IMPERTÉRRI­TO

“Es difícil estar ante 8.000 personas gritando y hacer ver que estás tranquilo y no te influye”

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Baloncesto en la sangre. Los Mas, en su casa, en Mollet. Víctor padre (60) colgó el silbato en 1999, después de 22 años arbitrando al máximo nivel. Víctor hijo (27) recogió el testigo hace 12 años, y esta temporada ha subido a la Liga ACB
LLIBERT TEIXIDÓ Baloncesto en la sangre. Los Mas, en su casa, en Mollet. Víctor padre (60) colgó el silbato en 1999, después de 22 años arbitrando al máximo nivel. Víctor hijo (27) recogió el testigo hace 12 años, y esta temporada ha subido a la Liga ACB

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain