Una dirección breve pero intensa
El Celta aún vive de la herencia que dejó el actual técnico blaugrana en Vigo
Luis Enrique fichó por el Celta en junio del 2013 después de un año sabático. Pasó su primera semana como técnico del equipo gallego en los Dolomitas, ascendiendo los puertos del Giro con un grupo de amigos. Ya en Vigo llamó la aten- ción por su puesta en escena durante los entrenamientos: subido en un andamio y dirigiendo la sesión con un megáfono detrás de sus inseparables gafas de sol. Los rumores de salida –sonó para el Barça ese mismo verano–, los malos resultados –una victoria en las nueve primeras jornadas– y su pasado blaugrana –en Galicia hay madridistas hasta debajo de las piedras– le castigaron ante un sector de la grada y de los medios especializados. El club mantuvo la confianza en el entrenador y el tiempo le dio la razón. Lucho creó un equipo que se ha asentado en Primera con confianza y estilo propio. Es responsable directo de la explosión de Rafinha y la evolución de Nolito, Fontàs y Krohn-Dehli, los tres últimos ju- gadores imprescindibles en el Celta actual, un modelo de club low cost, que vive de su cantera y de los descartes de otros equipos.
Los métodos de trabajo y la filosofía de Luis Enrique encajaron de manera ideal en Vigo, pero su hermetismo en los entrenamientos, casi siempre a puerta cerrada, y las frías relaciones con la prensa no le ayudaron. Los de- tractores del asturiano crecieron a la sombra de las derrotas y ante la falta de continuidad de un once inicial. “Juega el que se entrena”, era el mantra con el que se ganó el respeto de la plantilla con una honesta política de rotaciones y una meticulosidad fuera de lo normal en la preparación. En el campo puso al Celta a jugar con un 4-3-3 y a tocarla, señas que el equipo mantiene pese al relevo en el banquillo. Lucho no atendió a jerarquías, prescindió de Túñez –uno de los fijos– y acabó sentando al capitán Oubiña. Entre sus descubrimientos destaca la reubicación de Krohn-Dehli, que pasó de extremo a volante o pivote defensivo, posiciones
desde las que asume más protagonismo y ordena los ataques.
El paso por Vigo de Luis Enrique supuso un empujón definitivo a la cantera, que durante la pasada temporada vivió la eclosión de Santi Mina y la consolidación de Jonny. Otros nombres surgidos de las categorías inferiores que también tuvieron una oportunidad fueron Yoel, Hugo Mallo, Álex López, Toni, David Costas y Levy. Como el buen trato de balón y la intensidad en defensa, la apuesta por el futuro fue irrenunciable. El plan funcionó, el Celta fue de menos a más, pletórico en el aspecto físico, y acabó en novena posición, la mejor del club en ocho años. El Barça, que ya se había interesado por el técnico el verano ante- rior, volvió a llamar a la puerta. Lucho se marchó, pero una temporada en Balaídos ha sido suficiente para dejar un importante poso. Charles, Mina o Álex López han recordado que es una figura clave en sus carre- ras, uno de los mejores entrenadores que han tenido.
De Barcelona a Vigo y de Vigo a Barcelona. Luis Enrique realizó el viaje de ida y vuelta –con escala en Roma después de tres temporadas en el Barça B– con Rafinha de la mano. Pero no son los únicos casos de movimientos entre ambos clubs, que guardan una buena relación desde hace años. A los conocidos Fontàs, Nolito, Sergi Gómez o Planas se añaden el extécnico del filial Eusebio Sacristán, descubridor de Iago Aspas durante su etapa en Vigo, o los casos de Hristo Stoichkov, de efímero paso por el banquillo de Balaídos, o Radomir Antic, que cerró su etapa como entrenador en España del Barcelona al Celta.
APUESTA GANADORA
Impulsó a Nolito, Fontàs y Krohn-Dehli, hoy jugadores imprescindibles LA MARCA DE LA CASA
Puso al Celta a jugar con un 4-3-3 y a tocarla, señas que el equipo mantiene