Catalunya roza los 50 clubs de críquet
La devoción de los asiáticos por este deporte lo convierte en una vía de integración
Marta Marzal, de 40 años, decoradora de interiores, vecina de Sant Andreu, fundadora y presidenta del Sant Andreu Cricket Club. “Llevo 15 chavales del barrio de entre 14 y 21 años, de India, Pakistán y Bangladesh… No, a pesar de ser mujer nunca tuve ningún problema con ellos. Son muy majos, al principio llegaban media hora tarde, pero luego se disciplinaron”. Todo esto arrancó en el 2007. La hermana de Marta regresó de un viaje a India entusiasmada con los musicales de Bollywood. Todavía no estaban de moda por aquí. Faltaban dos años para que estrenaran la película Slumdog millionaire.
“Nos enganchamos a sus musicales –sigue Marta–. Entonces comenzaba a funcionar radio Pakcelona. Todas sus transmisiones eran en urdu, pero les llamábamos para pedirles canciones. Ha- bía un chico muy majo que hablaba un poco de castellano. Les hacía mucha gracia que nos interesaran sus cosas. Y un día el director me propuso colaborar con ellos. Empezamos a hacer clases de catalán y castellano, a hablar de música, poesía… Y luego me puse a escribir en El Mirador dels Immigrants”. Se trata del periódico más antiguo de Barcelona dirigido a los nouvinguts. Y buscando nuevos temas sobre los que hablar y escribir Marta se acercó a los deportes de los asiáticos.
“El kabaddi, como la lucha libre, no me gustó, pero el críquet me pareció muy divertido. Y conocí a Robert Masih Nahar, uno de los que montaron la Federació Catalana de Cricket, y un día me dijo que por qué no montaba un club, que unos chicos que jugaban en la calle y tenían problemas con los vecinos necesitaban organizarse… La pelota de críquet es muy dura. Su interior es de madera y está forrada de cue- ro. Y la verdad es que mi profesión, la decoración de interiores, no va muy bien últimamente… ¡Ya fuimos dos veces subcampeones de la liga júnior! Este año tenemos que ganar. Además, somos el único equipo de Catalu- nya con campo propio de entrenamiento, aunque sea pequeñito. El Consorci de la Zona Franca nos cedió un solar gracias a la mediación del Ayuntamiento y la asociación de vecinos. Un campo de críquet es dos veces y media más grande que uno de fútbol. En Catalunya no hay. Por ahora. La federación está construyendo en Vidreres, el primero”.
Marta dice que el deporte y la diversión destacan aquello que tenemos en común… que eso es lo que está aprendiendo del críquet. “En el club tengo chavales de India, Pakistán y Bangladesh, países con históricas rivalidades. Pero aquí a los chavales no les importa... salvo cuando se celebra la Copa del Mundo. Entonces han de ver los partidos por separado. Este año se celebró en Australia y Nueva Zelanda, y los partidos eran a las cuatro de la madrugada. Cada uno los veía en su casa”.
Robert Masih Nahar, de 40 años, uno de los que montaron la Federació Catalana de Cricket hace un par de años, su vicepresidente, llegó a Barcelona en el 2005. “Soy indio. Fui a Italia a visitar a mis padres, y me quedé… pero no me gustó mucho. Me mudé a Barcelona y monté una empresa de organización de eventos. Yo, en India, jugaba al críquet de vez en cuando, como todo el mundo, allí se juega al críquet como aquí al fútbol. Pero aquí me despertó una gran pasión”. Y Robert se hizo un habitual de los partidos que de modo informal se jugaban en el parque de la Espanya Industrial. “Allí nos encontrábamos indios, pakistaníes, bengalíes... y echábamos unas risas y nos poníamos al tanto de lo que le había ocurrido a cada uno durante la semana. Era muy agradable. Pero a la gente que paseaba le daba miedo que le dieran un pelotazo, la policía nos decía que allí no se podía jugar, cuantos más éramos más problemas teníamos. Vi que teníamos que organizarnos, y me puse a visitar despachos”.
Porque un partido en el extranjero, al otro lado del mundo, despierta aquellos recuerdos de infancia, los de las pastas que le daban a uno al regresar a casa, el del color anaranjado de la tierra de los solares donde uno se lanzaba a por la pelota, una tierra muy diferente a la de aquí... “Porque es bueno para el cuerpo y el espíritu”, dijeron el otro domingo, el día del arranque de la liga, entre tazas de té con leche, pastas y somosas, en el campo municipal de béisbol Carlos Pérez de Rozas, en el banquillo de los Santa Coloma Friends. Son veintitantos jóvenes taxistas, cristaleros, frute- ros... “Somos los campeones. Lo difícil es encontrar sitios para entrenar. Para nosotros esto es muy importante. Los taxistas del equipo tenemos turno de noche, y si hace falta venimos sin dormir”.
El antropólogo Xavier Camino, autor de varios estudios sobre deporte, espacio público e inmigración, explica cómo muchos recién llegados se estresan. “Se ven en un país de costumbres desconocidas, muchos siquiera hablan el idioma, tienen problemas de comunicación, trabajos mal pagados... algunos ni siquiera tienen los papeles. Un partido en un parque un domingo es el único escenario donde están entre iguales, con otros en la misma situación, donde pueden relajarse. Además, esas reuniones son su tablón de anuncios. Si uno quiere vender su furgoneta, necesita ayuda para un trabajo, lo dice allí”. “Antes la gente jugaba en el parque de Les Tres Xemeneies, frente al Macba, en el Arc de Triomf”, tercia el pakistaní Javid Mughal, director y fundador del periódico El Mirador dels Immigrants. “Para muchos es el mejor día de la semana, nuestro picnic particular, nuestra manera de recargar las pilas para luego regresar a la vida cotidiana. Unos se van a una calçotada, y nosotros pues... Pero a la policía y a la gente no le gusta que se juegue a la pelota en cualquier parte, y la presión se fue haciendo cada vez mayor, de modo que la gente tuvo que espabilarse y encontrar lugares autorizados donde jugar”.
“Y en el 2009 montamos el primer torneo oficial de críquet de Catalunya –recuerda Robert–. Entonces había en Catalunya tres o cuatro clubs. Constituimos la federación en el 2013, y ya tenemos una liga sénior y otra júnior, unos 600 federados, 48 clubs... En el resto de España sólo hay 15. Y un empresario indio estaba dispuesto a invertir ocho millones de euros en la construcción de un estadio de críquet en Santa Susanna, pero la crisis le echó atrás. Fue hace unos años. Hace pocas semanas pudimos comenzar en Vidreres las obras del primer campo de Catalunya. En mayo celebramos ya algún encuentro”. El
Ayuntamiento cedió un viejo campo de fútbol en desuso. La Generalitat, la Federación Internacional de Críquet y sobre todo la federación invierten los 35.000 euros necesarios para la transformación. Algún día se levantarán unas gradas. Robert dice que el objetivo es que el campo acoja competiciones con deportistas de India, Pakistán, Bangladesh, Reino Unido, Australia... “Atraeremos a un turismo deportivo de calidad que beneficiará a la Costa Brava. Ya recibimos diez peticiones desde el extranjero para venir a jugar”. El alcalde Jordi Camps también está convencido del impacto del proyecto. “Esperamos debutar pronto allí” afirma Mirza Aziz, presidente de uno de los cuatro clubs de Olot.
Marta y Robert cuentan sus historias mientras dan un taller de críquet de la federación entre los alumnos de cuarto del colegio Josep Maria Folch i Torres de l’Hospitalet de Llobregat. “El 90 por ciento de nuestros 310 alumnos, de entre tres y doce años, son extranjeros –explican Lluïsa Sanz, responsable del aula de acogida, y Glòria Colet, la maestra de gimnasia–, de Pakistán, Marruecos, Nigeria, Rumanía, Ecuador… ¡cuando salimos nos preguntan si somos una oenegé! Y el críquet nos sirve de punto de encuentro, para trabajar la cohesión social”. En este colegio el críquet ya forma parte del programa de estudios. Una de las estrellas del patio es un niño ucraniano. Los niños asiáticos explican las normas, se sienten orgullosos de sus orígenes, luego todos juegan y se divierten, aprenden que todos son diferentes, que todos pueden entenderse, compartir algo que les una. “Además –siguen las maestras–, de este modo damos protagonismo a las niñas pakistaníes. Muchos de sus padres no quieren que vayan a la piscina, o de colonias, pero no tienen problemas en que jueguen al críquet”. La federación impartió el año pasado 25 talleres como este en toda el área metropolitana.
El Centre de Normalització Lingüística de l’Hospitalet también usa el críquet para acercar la lengua a las familias asiáticas. “Viví en Inglaterra y conocí este deporte –dice Jordi Ballart, uno de los responsables del CNL en la ciudad–, el críquet es un camino. Y con la gente de la federación elaboramos una guía del críquet en catalán. Los chavales, cuando hablaban de críquet, lo hacían en urdu, y con la guía pueden explicar el juego a sus compañeros. Y de esa guía surgió el vocabulario básico del críquet en catalán, recogido oficialmente por el Centre de Terminologia Termcat. Son detalles que tienden puentes, que ayudan a la integración”.