El caciquismo insular
Tras nueve mayorías absolutas y una deuda millonaria, Jardim deja el poder
El conservador Alberto João Jardim, presidente de la región autónoma de Madeira desde 1978, deja el poder de este archipiélago portugués después de unas rocambolescas elecciones regionales.
En septiembre, al día siguiente del referéndum escocés, el presidente de la región autónoma de Madeira, Alberto João Jardim, reclamó la celebración de una consulta en este archipiélago portugués para ampliar el autogobierno, frente a los “autoritarismos y traumas del imperio” de las élites lisboetas. En el pasado esta propuesta podría haber sido incendiaria en el muy centralista Portugal, pero pasó sin pena ni gloria. Era el canto del cisne del más longevo gobernante de la democracia lusa, el hombre que con sus 37 años en el poder superó incluso los 36 en los que se mantuvo en el cargo el dictador Oliveira de Salazar.
A sus 72 años este licenciado en Derecho, profesor y experiodista ha pasado más de la mitad de su vida de presidente de Madeira, el cargo que abandonará este mes, tras la celebración el pasado domingo de las elecciones regionales a las que ya no se presentó y en las que su partido, el conservador PSD, logró mantener la mayoría absoluta por la mínima, tras un rocambolesco recuento. Enfrentado con su sucesor, Miguel Albuquerque, Jardim estuvo en el extranjero durante la campaña electoral y sólo apareció el último día para hacer una de sus especialidades, inaugurar obras. Los medios portugueses calculan que efectuó más de
4.000 en sus más 13.000 días al frente del gobierno regional.
La concesión de la autonomía a Madeira y las Azores tras la revolución de los claveles de 1974 y la posterior incorporación a la CEE en los años ochenta garantizó durante lustros un importante flujo de fondos públicos para la perla del
Atlántico, convertida en un polo de intenso desarrollo turístico.
Jardim llegó al poder en 1978, dos años después de estrenarse la autonomía. En el convulso Portugal posrevolucionario había sido el director del Jornal da Madeira, el diario del obispado, desde el que dio el salto de la política. Este pasado periodístico no impidió que los “bastardos de la comunicación social” se convirtiesen en uno de los objetivos clásicos de sus críticas, como uno de los lobbies que a su juicio mantienen secuestrado a Portugal, junto al homosexual y el de las drogas.
Las obras públicas, espejo del desarrollo de Madeira y que ali- mentaron la maquinaria caciquil de Jardim, muestran hoy el desastre en el que acabó su gestión, reflejado en una deuda oculta de más de 5.000 millones de euros que obligó a la región a pedir el rescate financiero a Lisboa como había hecho antes Portugal con la UE. Un símbolo del despilfarro es la Marina do Lugar de Baixo, un puerto en el que se tiraron 120 millones de euros que fueron tragados por el mar. En el archipiélago hay también una sucesión de túneles a medio hacer o viaductos que llevan a ninguna parte y que dan testimonio del colapso de la economía del cemento.
El escándalo de la deuda no impidió que en las regionales del 2011 Jardim obtuviese su novena y última mayoría absoluta con el 48% de los votos, pese al fuerte castigo que le hizo bajar del 64% del 2007, cuando su popularidad rebrotó gracias a su enfrentamiento con el gobierno del socialista José Sócrates por la financiación autonómica. Esa fue una de las especialidades de Jardim, el pulso contra el continente, que es como se denomina en las islas al territorio que ocupa Portugal en la Península.
La derrota en las municipales del 2013 obligó a Jardim a asumir la retirada que tantas veces había anunciado. Se jubila así el político más polémico y dicharachero de la escena portuguesa. “No tengo deudas personales. Las deudas por pagar quedan para quien me va a suceder”, proclamó Jardim en una de sus últimas inauguraciones.