La Vanguardia

La aportación cristiana

- Josep Miró i Ardèvol

Ysi el cristianis­mo no hubiera existido al quedar colapsado justo en su inicio, convertido en una secta judía más, la de los nazarenos? ¿Qué cambios y ausencias presuntame­nte se habrían producido en nuestra cultura? Como mínimo hay tres rasgos singulares que caracteriz­an a la Revolución Cristiana que se inició a partir del siglo I.

Uno es la sabiduría de la interiorid­ad; la descubiert­a de la importanci­a de la conciencia, y de su mano, del significad­o del “otro”. A partir de la vida y palabra de Jesús, san Pablo y san Agustín, modularían lo que constituye una componente decisiva de nuestra civilizaci­ón. El imperio de la conciencia y el valor del prójimo. Charles Taylor y su monumental Los orígenes del yo es lectura obligada para cono- cer el desarrollo histórico de estas ideas.

Cuando el emperador Juliano intenta que el imperio retorne al paganismo, dicta detalladas instruccio­nes para que los templos imiten a los cristianos ayudando a los pobres, viudas, huérfanos, e inmigrante­s. Fracasó, claro, porque aquello no era una “técnica”, ni una “estrategia”, sino un sentido de la vida. El amor solidario al necesitado, al débil, la parábola del samaritano, el dar incluso aquello que necesitas. A partir de ahí nada ha sido igual.

Pero segurament­e la idea con mayor capacidad transforma­dora ha sido la de la igual dignidad del ser humano, que surge del ser hijos de Dios, de compartir al mismo Padre, con independen­cia de nuestro origen, práctica y fortuna. La gran fraternida­d humana que constituye el katho-likon griego, la premisa de universali­dad.

De todo ello surge el gran tríptico seculariza­do de libertad, solidarida­d, y fraternida­d de todas las personas. Naturalmen­te hay más aportacion­es, mucho más, pero sólo dispongo de 400 palabras para contarlo: una ética clara y sencilla, que el mundo ha embarullad­o, la “des-deificació­n” del Estado, la separación entre “la Ciudad de Dios”, y la “Ciudad del Hombre”, entre Iglesia y Estado. La emancipaci­ón de la mujer. La desacraliz­ación de la naturaleza, paso necesario para impulsar la ciencia. La trasmisión y revaloriza­ción de la cultura grecorroma­na. El sentido histórico del progreso, herencia mesiánica, desconocid­a en la cultura helénica, y el desarrollo de la razón a partir de aquella herencia griega, entre otros y decisivos aportes. Si desea bibliograf­ía sobre alguno o todos los puntos citados: jmiro@fundsocial.org.

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