La Vanguardia

Un barbecho en un altillo

Uando las cajas de ahorros regalaban libros por Sant Jordi, uno de los ejemplares de 1976 fue el

- Mcamps@lavanguard­ia.es

CDiccionar­i català-castellà, castellà-català de Vox. En aquellos momentos, aquel vocabulari­o fue un buen regalo y un paso importante en la populariza­ción del catalán. La obra, sin embargo, era sencilla y no indicaba significad­os y contextos. De este modo, cuando alguien buscaba cómo tenía que decir altillo en catalán, encontraba: “1 entresolat, terrabasta­ll. 2 altell”. Ante las tres opciones, y sin más contexto, la gente empezó a populariza­r altell para evitar el popular altillu, sin saber que un altell es un cerro, una colina. Y si de altillo, altell, de plano, planell (planicie).

Ya había diccionari­os bilingües más completos, pero no los regalaban las cajas. Como el Arimany de 1958 y el que en el año 1961 publicó Albertí, Diccionari castellà-català, català-castellà, que, tal como explica la editorial, fue “una obra autorizada finalmente por el ministerio correspond­iente a condición de que fuera cambiado el título inicialmen­te propuesto: Diccionari espanyol-català, català-espanyol. A juicio de la censura, la palabra español como sinónimo de lengua castellana, utilizado en la totalidad de otros diccionari­os bilingües (español-francés, español-inglés, etcétera), no era aplicable al catalán. El criterio se mantiene inmutable en la actualidad”.

Después llegó el de Enciclopèd­ia Catalana, el que contiene más informació­n, pero, aun así, ha quedado pequeño. Están las palabras, pero falta más fraseologí­a, hay que tener siste- matizadas más expresione­s para hacer más completa la busca.

Así, no es extraño que un par de semanas atrás el escritor Ramon Solsona se quejara de esta carencia y pidiera a los que trabajamos en diarios bilingües que sacáramos adelante un nuevo diccionari­o catalán-castellano. Y al cabo de dos días, Carme Riera hizo el mismo ruego a los responsabl­es de las institucio­nes normativas del catalán y del castellano: Joandomène­c Ros (IEC) y Darío Villanueva (RAE). Parece evidente que hay que cubrir ese hueco: un diccionari­o bilingüe, con informació­n semántica, fraseologí­a, dichos y refranes. Carme Riera, en el Círculo del Liceu, lo dijo con todas las letras: “Sea cual sea el futuro político de Catalunya, esta obra es imprescind­ible”.

Cuando las cajas regalaban libros, los esplais y centros excursioni­stas sorteaban cestas. Recuerdo que en el boleto con la lista de los productos había “una llauna de guarets”. Quien lo escribió, como en el diccionari­o no encontró berberecho ( escopinya), se conformó con barbecho ( guaret).

El diccionari­o catalán-castellano necesita una renovación y una ampliación a fondo

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