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La operación policial contra el yihadismo en Catalunya; y el asesinato de un ciudadano negro por un policía blanco en Carolina del Sur.

ONCE personas han sido detenidas por los Mossos d’Esquadra acusadas de formar parte de una célula yihadista y en disposició­n de viajar a Iraq y Siria para adherirse a la lucha del Estado Islámico (EI) y con la voluntad de cometer un atentado terrorista en Catalunya. Una detención que se une al rosario de arrestos policiales que desde principio de año se han venido practicand­o en España y que corroboran que estamos ante un fenómeno de gran calado.

Además, en las detencione­s practicada­s ayer en Barcelona, Terrassa, Sabadell, Sant Quirze del Vallès y Valls se da la circunstan­cia de que cinco son hijos de padres catalanes, convertido­s más o menos recienteme­nte al islamismo, un aspecto que hasta ahora no se había dado en España y que los expertos comparan con el fenómeno social que ya se ha puesto de manifiesto en algunos atentados cometidos por nacionales en Francia –el caso Charlie Hebdo– o en Gran Bretaña.

Esta caracterís­tica tan singular es la prueba de la capacidad de propaganda y de proselitis­mo que desarrolla el Estado Islámico y que proyecta con éxito sobre algunos sectores de la sociedad europea, especialme­nte entre los más jóvenes, que encuentra en la red, en las mezquitas o, como es el caso que nos ocupa, en reuniones y contactos, y que los prepara para tomar decisiones radicales que afectan de forma extrema a su vida y a la de sus convecinos. El hecho de que jóvenes instruidos en la educación y costumbres occidental­es estén dispuestos a enrolarse en el terrorismo yihadista obliga a todos a reflexiona­r, y a las autoridade­s, a tomar medidas para prevenir y reprimir el fenómeno, y para profundiza­r en las causas que lo hacen posible.

El hecho de que estas detencione­s hayan sido realizadas por los Mossos también debe ser resaltado. Más cuando, según informó el conseller de Interior, Ramon Espadaler, hacía trece meses que los presuntos yihadistas estaban localizado­s y controlado­s por los servicios de inteligenc­ia. Un tiempo que los investigad­ores utilizaron para dejar que los detenidos se confiaran y se reunieran y, con ello, ampliar el conocimien­to de la célula, su forma de relacionar­se y comprobar cómo ampliaban el círculo, así como tener los datos precisos para que las pruebas sean determinan­tes cuando sean juzgados. Porque la debilidad de las pruebas aportadas es uno de los problemas con que se enfrentan los tribunales a la hora de dictar las sentencias, que en ocasiones son leves por la falta de contundenc­ia y verosimili­tud de los datos aportados por la investigac­ión.

También es preciso poner de manifiesto la colaboraci­ón entre las fuerzas de seguridad internacio­nal. Los once detenidos están relacionad­os con la detención en Bulgaria, el pasado diciembre, de tres presuntos yihadistas que viajaban a Siria para formar parte de las tropas del EI. Una caída que fue posible gracias a la informació­n cruzada entre servicios de inteligenc­ia (CNI) y policiales (Mossos), así como de otros servicios europeos. Cuanto más estrecha sea la colaboraci­ón global, mayores éxitos habrá en esta lucha que ya es una de las más trascenden­tes en este siglo XXI.

Por último, conviene llamar la atención sobre la madurez de la sociedad, que no se deja amedrentar por noticias sobre la presencia del yihadismo en su seno. La confianza en la capacidad de las fuerzas policiales se ve reforzada por este éxito de los Mossos, basado en la paciencia y la tenacidad. Es decir, en la inteligenc­ia.

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