‘Sei namorar, já sei beijar de língua’
Michael Bloomberg es un multimillonario norteamericano, presente año tras año en la lista de los hombres más ricos del mundo que elabora la revista Forbes. Fue alcalde de Nueva York desde el 2002 hasta el 2013, lo que significa que lo escogieron para el cargo en tres elecciones consecutivas. Bloomberg, que había sido miembro del Partido Demócrata, se apuntó al Republicano justo para aquellas sus primeras elecciones. Durante aquellos años me sorprendía que, habiendo abandonado a los demócratas y yendo con los republicanos, habitantes de Nueva York me explicasen que, a pesar de ser tradicionalmente electores demócratas, le habían votado porque, por encima de las fidelidades a los partidos, lo que interesaba en la ciudad tras la conmoción del 11 de septiembre era un hombre pragmático y con experiencia en el mundo de los negocios, calidad necesaria para reflotar la ciudad. Prácticos neoyorquinos.
El domingo, The Sunday Times publicó que, el próximo año, Bloomberg quiere ser candidato a alcalde de Londres por el Partido Conservador británico. Lo sería en sustitución del actual, Boris Johnson, a quien ahora lo que le
¿Podría ser el anterior alcalde de Nueva York el próximo alcalde de Londres?
apetece es conseguir un escaño en la Cámara de los Comunes en las elecciones generales que se celebrarán el próximo 7 de mayo.
¿Cómo se lo montará Bloomberg para presentarse si es estadounidense y no británico? Pues ya lo tienen todo previsto, él y los del Partido Conservador. Para empezar, su primera mujer es inglesa y las dos hijas de la pareja tienen nacionalidad británica. En segundo lugar, Bloomberg podría conseguir esa nacionalidad en un abrir y cerrar de ojos: el Ministerio del Interior aceleraría el trámite, ya que Bloomberg ha contribuido fuertemente a la mejora de la economía británica. En aquel país, a los millonarios que invierten un mínimo de 2,75 millones de euros les conceden la nacionalidad sin demasiados problemas. Pues Bloomberg no ha invertido 2,75 millones sino más de 700. Un respeto. Que lo tiene todo a favor lo demuestra también el hecho de que, el año pasado, la reina Isabel II lo invistió Caballero Comandante de la Excelentísima Orden del Imperio Británico por “sus prodigiosas tareas empresariales y filantrópicas”.
Me encantaría que quien fue alcalde de Nueva York fuese ahora alcalde de Londres. Los opinadores podríamos dedicar un montón de artículos y reflexiones a ese hecho inusual, y disertar sobre la globalización de la política, la internacionalización del poder y que si tal y si cual. Por prensa, radio, televisión e internet pasaríamos semanas boquiabiertos ante su proeza. Al fin y al cabo, si los buenos futbolistas pasan sin ningún problema de jugar en un equipo a jugar en otro, no veo por qué los alcaldes no podrían hacer lo mismo. Sólo me pregunto de dónde sería ahora mismo alcalde Joan Clos, por decir el primer nombre que me viene a la cabeza.