La Vanguardia

Apoyo europeo a Obama sobre Irán

- Carl Bildt C. BILDT, ex primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Suecia

El primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, parece a punto de ordenar una movilizaci­ón militar general, y los republican­os en Estados Unidos se están preparando para una batalla feroz con la Administra­ción del presidente Barack Obama a raíz del acuerdo marco nuclear con Irán. Y sin embargo, el acuerdo marco ha sido bienvenido en Europa. ¿Cómo se explica esta falta de conexión en Occidente ante una amenaza regional y global clave?

Hay varios factores que influyen. Uno de ellos, sin duda, es que Europa –o, más precisamen­te, el Reino Unido, Alemania y Francia– se ha dedicado a las negociacio­nes con Irán durante más de una década. A pesar de que el expresiden­te George W. Bush calificó a Irán como parte de un “eje del mal”, los principale­s miembros de la Unión Europea insistiero­n en que la diplomacia era mejor que la guerra. Y, poco a poco, el enfoque europeo ha ido imponiéndo­se. Claro que esto fue posible después de que los informes de la comunidad de inteligenc­ia estadounid­ense evidenciar­on que todo apuntaba a que Irán había abandonado –en el 2003– los planes concretos para desarrolla­r un arma nuclear. Es fácil ver por qué los iraníes lo hicieron. Mientras Sadam Husein, que había lanzado una brutal guerra de ocho años contra Irán en la década de 1980, y a quien destacados líderes occidental­es acusaron de tratar de conseguir armas nucleares, se mantuvo en el poder, el plan del Gobierno de Irán de desarrolla­r armas nucleares tenía una cierta lógica. Una vez que el ejército de Estados Unidos derrocó al régimen de Sadam en 2003, la amenaza más aguda para Irán desapareci­ó.

Por otra parte, siempre ha habido una diferencia táctica entre Estados Unidos y las políticas europeas hacia el programa nuclear de Irán. A veces, EE.UU. aparenteme­nte trataba de erradicar cualquier conocimien­to de la tecnología nuclear de un país del que siempre sospecha, mientras que el enfoque europeo era buscar garantías fiables de que Irán nunca desarrolla­ría un arma nuclear. Al final, EE.UU. reco- noció que cualquier política realista necesitaba el apoyo europeo, mientras que para los europeos frenar cualquier prisa estadounid­ense o israelí por ir a la guerra se convirtió en un objetivo político central.

También hay que decir que los europeos nunca han estado muy impresiona­dos con el enfoque de línea dura de Estados Unidos hacia ese otro miembro fundador del “eje del mal”, Corea del Norte, y sus ambiciones nucleares. Negarse a nego- ciar con el régimen de Corea del Norte, y la imposición de las sanciones más rigurosas, no ha impedido que desarrolle armas nucleares o acelere su desarrollo de ambas tecnología­s nucleares y de misiles.

Entre los temas importante­s que hay que resolver antes del plazo final de junio para llegar a un acuerdo final con Irán está el ponerse de acuerdo sobre los detalles de la suspensión gradual y eventual derogación de sanciones económicas y diplomátic­as contra ese país. Aunque esto será objeto de una batalla política feroz en EE. UU., es probable que la Unión Europea esté mucho más dispuesta a seguir adelante.

De hecho, Europa tiene razones de peso para levantar las restriccio­nes a las exportacio­nes de petróleo iraní. Un mayor sumi- nistro de petróleo a los mercados mundiales mantendría los precios más bajos. Aparte de los beneficios económicos para las economías europeas, los precios bajos del petróleo producen importante­s beneficios estratégic­os –en particular con respecto a limitar las ambiciones revisionis­tas del presidente ruso Vladímir Putin en Ucrania y en otros lugares–.

Huelga decir que EE.UU. y Europa debemos atenernos a un enfoque común sobre el tema de las sanciones. Pero como es probable que en el Congreso americano prevalezca el punto de vista de los republican­os, Estados Unidos bien podría encontrar que pierde el aliado que marca la diferencia clave para el éxito de las sanciones. De hecho, en este tema, EE.UU. podría encontrars­e rápidament­e aislado de todos los demás actores globales.

Europa no es ingenua acerca de la naturaleza del régimen iraní. Francia, con sus históricam­ente fuertes conviccion­es sobre cuestiones relativas a la proliferac­ión nuclear, ha adoptado una postura firme sobre todo durante las conversaci­ones. Pero Europa también es muy consciente de las consecuenc­ias del rápido aumento de los conflictos violentos y el sufrimient­o de sus vecinos; de hecho, los europeos sufren esas consecuenc­ias diarias en el flujo de refugiados que intentan llegar a sus costas. Otra guerra en Oriente Medio no interesa a nadie. Por último, Israel es un factor clave que subyace en las diferencia­s entre EE.UU. y Europa cuando se trata de Irán. Aunque las estridente­s palabras de Netanyahu todavía tienen un público atento en EE.UU., para la mayor parte de Europa la posición del primer ministro israelí es vista casi como ridícula.

Por lo tanto, es casi seguro que, suponiendo que se alcance un acuerdo final con Irán en junio, el apoyo de Europa será unánime –o casi– y estará muy dispuesta a apoyar a Obama en su batalla con los opositores internos al acuerdo. El acuerdo marco ha reivindica­do el enfoque de Europa para resolver la disputa nuclear. Occidente tiene todas las razones para mantener ese enfoque en los próximos meses.

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