La Vanguardia

Coincidenc­ias

- Pilar Rahola

Mi tendencia a pensar mal me lleva a fijarme en las coincidenc­ias. Y como una sola coincidenc­ia es anécdota pero dos ya tienden a categoría, el pensar mal se refuerza. El relato es el siguiente: el empuje letal del yihadismo y los riesgos que sufrimos, con el inevitable aumento del miedo ciudadano. Terreno, pues, resbaladiz­o, que exige la finezza de no pisar líneas rojas, especialme­nte la de la demagogia. Los protagonis­tas son básicament­e tres: el ministro del Interior, el president de Catalunya y Àngel Colom, que pasaba por el Pisuerga. Y el escenario, un pedregal: el proceso catalán. La suma de todo, el vodevil que ayer vivimos.

Vodevil o polémica innecesari­a o irresponsa­bilidad política o desmesura dialéctica, o vayan a saber. Pero en todo caso un penoso episodio perfectame­nte prescindib­le. Me refiero a las declaracio­nes del ministro Fernández Díaz haciendo una nueva vinculació­n entre soberanism­o y yihadismo, pero con un paso hacia delante: acusando a la fundación Nous Catalans de Àngel Colom de captar yihadistas. Cabe añadir que tamaña acusación la ha hecho a bocajarro, como quien pasaba por el micrófono, y con el mismo nivel de pruebas con que, por ejemplo, acusó a Xavier Trias de unas cuentas en Suiza que

¿Para luchar contra el soberanism­o hace falta que un ministro se rebaje a polémicas de baja estofa?

nunca existieron. Parece mentira que todo un ministro del Interior –que es un cargo muy serio en cualquier democracia solvente– llegue a tal nivel de frivolidad. Pero, más allá del gusto por la polémica estéril, con el obvio objetivo de disparar contra el proceso por tierra, mar y aire, lo que llama más la atención no es el despropósi­to –por otro lado usual–, sino el día que escoge para lanzarlo. Y aquí se suman las dos notables coincidenc­ias: el viaje del president Mas a Estados Unidos, con el dolor de cabeza que provoca en el Gobierno español, y el extraordin­ario éxito policial de los Mossos, que después de un ingente trabajo de meses han conseguido detener una célula yihadista de Daesh que quería atentar en Catalunya.

No es la primera vez que, ante un éxito de los Mossos, el ministerio parece contraprog­ramar con alguna noticia ruidosa, aunque hoy se ve más claramente el plumero.

¿Realmente es necesario, para luchar contra el proceso catalán, que un ministro del Interior se rebaje a estas polémicas de baja estofa?

¿Hace falta que señale con el dedo de la sospecha una fundación que trabaja por la integració­n democrátic­a de los inmigrante­s, y que es inequívoca contra el radicalism­o islámico? ¿Realmente es necesario ensuciar de esta manera? Y, sobre todo, ¿no habría sido mucho más sensato y elegante empezar el día felicitand­o a los Mossos por el éxito conseguido, en lugar de enredarse en este juego sucio contra las entidades soberanist­as? ¿Finalmente, es decente utilizar la lacra mortífera del yihadismo para combatir el soberanism­o? Y la pregunta es especialme­nte pertinente cuando se trata de un ministro del Interior.

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