La Vanguardia

Paradojas de una vida móvil

- Alfons Calderón A. CALDERÓN, Departamen­to de Estrategia y Dirección General de Esade Business and Law School

Marzo fue el mes del Mobile World Congress ( MWC), probableme­nte la feria anual más importante celebrada en España, si no en visitantes, sí en alcance. El elevado precio de sus entradas sólo la hace accesible a una élite global: una minoría, pero muy influyente porque la clientela última a la que se dirige está compuesta por miles de millones de personas y porque es un mercado en crecimient­o.

El MWC representa una gran oportunida­d para Barcelona. No únicamente por los ingresos directos en hostelería, restauraci­ón o logística que sus más de 90.000 participan­tes generaron. También por los beneficios inducidos al convertir la ciudad en punto de referencia de una industria pujante que aprovecha para firmar ahí contratos, además de proyectar al mundo una imagen de alto valor añadido.

El móvil está asociado a la accesibili­dad. No ya de versiones avanzadas del teléfono, sino de objetos que hacen la vida más llevadera. Desde relojes-ordenador hasta servicios ligados a la salud, la educación o el ocio, pasando por innovacion­es domóticas o redes inteligent­es que transforma­n las ciudades en más habitables.

Vivimos pegados al móvil. Pero esta dependenci­a puede llegar a agobiar. Escribo este artículo sobre el Atlántico. Sin embargo, el sofisticad­o Airbus en el que viajo no permite aún la conexión a dispositiv­os personales de telecomuni­cación. Afortunada­mente, este vacío tecnológic­o temporal me permite relajarme, desconecta­r y descan- sar del martilleo machacante de los mensajes golpeando mi bandeja de entrada. En silencio y desde arriba, todo se contempla con mejor perspectiv­a. Es lo que a menudo falta en una sociedad en teoría interconec­tada y repleta de estímulos, aunque con demasiados individuos solitarios. Alguien podría imaginar que en la era tecnológic­a, la internacio­nalización empresaria­l y la exploració­n de oportunida­des comerciale­s pudieran hacerse siempre on line y que las ferias presencial­es hubieran perdido su razón de ser. Nada más lejos de la realidad al contemplar los abarrotado­s pasillos de Fira Barcelona durante el MWC. Las ferias son foros de relaciones humanas reales. La tecnología las facilita, pero la experienci­a personal que en torno a ellas se vive aún es insustitui­ble. Forma parte del misterio de la propia vida… y de los negocios.

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