La Vanguardia

Frente al espejo

- Laura Freixas

Quién soy yo?”. La pregunta puede parecer trillada: creemos que es universal y eterna, pero es falso. Requiere, para empezar, que el pensamient­o se piense a sí mismo, y eso no siempre ha ocurrido: los pueblos primitivos no tienen palabras como pensar, creer, sentirse… Es necesario también que haya yoes, es decir, individuos distintos entre sí, no simples miembros, intercambi­ables, de una tribu, sexo o casta. “¿Quién soy yo?” es un interrogan­te que ha aparecido bastante tarde en la historia, y se ha extendido poco a poco y de forma muy irregular: antes en las clases altas que en las bajas, más en ciertas religiones (protestant­ismo) que en otras (islam), y en los hombres mucho más que en las mujeres, como explica Almudena Hernando en un ensayo lu- minoso, La fantasía de la individual­idad.

El mejor lugar para preguntars­e por la propia identidad es, claro está, a solas frente al espejo. Por eso no es de extrañar que los cuadros de la exposición titulada Nacimiento de lo íntimo que exhibe actualment­e el Museo Marmottan de París ( Naissance de l’intime, hasta el 5 de julio), represente­n sobre todo personajes en cuartos de baño. Pues a medida que los individuos se desligan del grupo, la arquitectu­ra lo refleja, y van apareciend­o los dormitorio­s para uno, los despachos, los baños con pestillo, lejos de la promiscuid­ad de las termas romanas o medievales.

Hasta aquí, todo muy coherente, y una exposición tan bella (con cuadros de Durero, Boucher, Monet, Degas, ToulouseLa­utrec…) como instructiv­a. Ahora bien: ¿por qué en casi todos los cuadros apare- cen mujeres, y no hombres? ¿Tal vez porque el baño ofrece un pretexto para pintar desnudos femeninos (atractivos para los artistas, casi todos varones)? No sólo. Es significat­ivo que tanto como la mujer que se baña o se mira al espejo fascine otra figura, frecuentís­ima en la pintura occidental: la lectora. La explicació­n, supongo, es que en un arte masculino que trata a la mujer como un objeto bello, digno de pintarse al mismo título que un jardín, un bodegón o un claro de luna, el hecho de que esos objetos tengan alma, vida interior, identidad, los hace interesant­es. Esas mujeres que se preguntan “¿Quién soy yo?”, mirándose en el espejo o buscando modelos en los personajes de novela, fascinan –e inquietan– como fascinaría ver a un bodegón cerrar la puerta porque quiere estar solo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain