Mensajes de nadie para todos
La última tendencia del ‘artivismo social’ consiste en escribir cartas de ánimo anónimas y dejarlas en un rincón de la ciudad
El objetivo es crear complicidades entre personas que no se conocen, combatir la incomunicación
Eres una persona preciosa, dice la carta, la carta enrollada con delicadeza y un cordel, abandonada en un cajero automático. “Eres un regalo”, prosigue. “Te agradecemos que no cambies, que seas quien eres”. Y en el último renglón, la firma: Mercurient. Dos personas venidas de muy lejos, del otro lado del mundo, quedan los miércoles, desde el 18 de febrero, y van y llenan Barcelona de cartas anónimas, de mensajes de ánimo y consuelo enrollados con un cordel, doblados como una palomita de pergamino, decorados con alegóricos dibujos sobre la soledad y el aislamiento, abandonados en un cajero automático, en una máquina expendedora de billetes del metro…
Esto es una nueva expresión de una de las últimas tendencias del arte urbano, del artivismo social: inspirar a la gente buenos sentimientos. No hace mucho un colectivo artístico de Madrid escribió poemas en una docena de pasos de cebra de Barcelona. Alguien escribe frases en latas de refresco que luego pega a las fachadas. Por ejemplo, “el corazón me lata”. Hace años que unos guiris llamados Inspiralight quedan de tanto en tanto para dar galletas a cambio de sonrisas, hacer guerras de agua, regalar abrazos... Ahora estas estudiantes que ni son grafiteras ni…
“No diga quiénes somos, de qué país somos, cómo somos... Tenemos que ser un misterio. Si la gente tuviera una imagen de nosotras se perdería la magia. Esto tiene que ser anónimo”. Un día la que ahora habla fue y de casualidad se encontró una carta en un cajero, sin remitente ni destinatario, sobre la importancia de no olvidar los sueños, de tenerlos siempre presentes. “Y me emocionó, me reconfortó, de un modo extraño, porque aquella carta no era para mí, pero... Y se me ocurrió que yo también podía reconfortar a otros, ofrecerles consuelo en mitad de sus vicisitudes. Y desde entonces dejamos 20 cartas cada miércoles, de ahí lo de Mercurient... El ent es por el ge- rundio en catalán”. “Y algunas personas luego nos buscan por Facebook y nos escriben, dan las gracias, explican que iban corriendo estresados y la carta les regaló una pausa, una palmada, un poco de fuerza... Y algunos incluso nos dicen que ellos también van a escribir cartas, que también las dejarán por ahí, pero nosotras no sabemos si lo están haciendo... Lo que sí sabemos es que una vez se dejaron cartas en Hong Kong y Londres”.
El promotor de arte urbano Arcadi Poch dice que “estas acciones un tanto naif buscan abrir el diálogo entre personas que no se conocen, generar complicidad, una sonrisa, una reflexión... Tienen un fuerte componente revolucionario. Porque nuestras ciudades nos emiten básicamente mensajes publicitarios, relaciona- dos con el consumo y la política”. Compre esto, vote lo otro, venda su piso en 30 días... “Y esta gente no pide nada, sólo trata de inspirar buenos sentimientos, despertar el lado más amable y solidario de los ciudadanos, luchar contra el individualismo, el aislamiento, la incomunicación... decirles a los demás ‘no nos conocemos, pero nos podemos decir cosas bonitas, podemos sonreír juntos aunque sea por un momento’. Como dijo Leo Bassi, vivimos en un mundo en el que la actitud más subversiva es el entusiasmo por la vida, la ilusión”.
Es un fenómeno urbano, globalizado, como diría el escritor David Foster Wallace, posposmoderno. “Steve Lambert es un artista californiano que durante un tiempo bajaba al parque y se sentaba con un cartel que decía ‘hablo con cualquiera de lo que sea’ –añade Poch–. El holandés Harmen de Hoop repartía entre la gente pasquines donde ponía ‘Don’t worry’, no te preocupes... Y, por Barcelona, los primeros fueron fueron los de +Amor, en 2005”. Aún quedan por la ciudad algunos de los corazones rojos que los artistas callejeros Kenor, Ton14 y Maze pintaron entonces, y también algunos de los que luego pintaron otros ciudadanos sin precedentes grafiteros muy dispuestos a llenar de amor la ciudad. Al parecer esto engancha.