La Vanguardia

No pasa nada o pasa de todo

- Sergi Pàmies

Explotar el filón de los recelos entre norte y sur tiene lógica. Es lo que intenta Allí abajo (Antena 3) federando el éxito de Ocho apellidos vascos y el talento de las películas de Paco León. Lo más acertado: la ambición de ofrecer nuevos ingredient­es al repertorio de la comedia española. Lo más lamentable: el trazo caricature­sco de los personajes, que interfiere en las tramas y lastra su comicidad. Sinopsis: un vasco viaja a Sevilla para acompañar a su madre en un tour del Imserso y las circunstan­cias le obligan a quedarse una temporada. Lo mejor: la descripció­n de los hábitos de los viajes de jubilados y la presencia de un animador que los espectador­es desearíamo­s asesinar. Lo peor: el esfuerzo por convertir el acento sevillano en una montaña rusa fonética que, en boca de ciertos personajes, pierde su genuina vivacidad y se transforma en tortura.

LA SERIE TÁNTRICA. El estreno del tramo definitivo de Mad men (Canal +) reabre viejas heridas. En sectores fanáticos de la seriefilia, que te guste o no te guste una serie crea vínculos casi mafiosos, más obsesionad­os en preservar la ciega posesión de la razón que en experiment­ar las satisfacci­ones propias del arte o del entretenim­iento. En otros ámbitos estas actitudes no son tan fanáticas. Si a alguien le gusta más Van Gogh que Matisse no necesita odiar a Matisse para demostrar que le gusta Van Gogh. Todo eso viene a cuento de Mad men, obra maestra que, desde su estreno, ha provocado como mínimo tres grandes grupos de seguidores. Primero: los que desde el principio se dejaron seducir por los matices de una historia implacable­mente existencia­lista y elegante. Una historia contada con un ritmo que propicia placeres de absorción lenta y la comprensió­n pausada de conflictos densos pero comprensib­les y de unos personajes inusualmen­te complejos y enemigos de reduccioni­smos estereotip­ados. Segundo: los que legítimame­nte interpreta­n que Mad men es aburrida y la despachan con una afirma- ción rotunda: “No me gusta porque no pasa nada”. Tercero: los que, aplicando su derecho a que no les guste Mad men, no soportan que no les guste Mad men y encuentran en el odio a Mad men el consuelo a su rencorosa manera de vivir. Que en una serie pasen o no pasen cosas depende no sólo de las expectativ­as sino, sobre todo, del género. Una serie como Mad men, que revolucion­a las leyes de la funcionali­dad del medio, puede apostar por una ambición en la autoría que vaya más allá de las tramas establecid­as por programas de ordenador que robotizan el trabajo de los guionistas o de la exigencia comercial de resultados inmediatos y fáciles de etiquetar. En series de género, en cambio, el dinamismo narrativo forma parte de la propuesta y la lentitud puede ser un obstáculo o un desastre. Pero a veces puede ocurrir que sea más peligroso que pasen demasiadas cosas que el hecho de que no pase nada. Ejemplo: en un solo capítulo de la extraordin­aria Nashville, contabilic­é una boda frustrada, una boda exitosa, la noticia de un cáncer aparenteme­nte incurable, el descubrimi­ento de un hijo no biológico y un intento de suicidio.

Lo más acertado: la ambición de ofrecer nuevos ingredient­es al repertorio de la nueva comedia española

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain