La Vanguardia

Piratas del Egeo

El rumano Mircea Cartarescu, candidato al Nobel, publica su epopeya sobre un joven en el Mediterrán­eo del siglo XIX

- XAVI AYÉN

Uno puede imaginarse a Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) abriéndono­s la puerta amablement­e de un castillo de Transilvan­ia, en cuyo interior se convocaran a todos nuestros sueños corporeiza­dos. Este hombre de larga cabellera morena y lacia, contrapunt­o a una enigmática sonrisa ascendente, es, para muchos, el mejor escritor rumano vivo. Ayer presentó en Barcelona El Levante (Impediment­a), monumental epopeya posmoderna narrada desde la cocina de su casa por un amargado profesor de barrio (él mismo) con una niña recién naci- da a la que va meciendo. Ambientada en el siglo XIX, y poblada por piratas, seres mitológico­s, bandoleros, doncellas, espías, antropófag­os, sabios, animales que hablan, soldados, e incluso Borges o el Che Guevara, la obra sigue los pasos de un rumano valeroso que recorre los mares de Grecia para combatir a los turcos. Fue escrita en los años 1988 y 1989, y considerad­a intraducib­le durante décadas hasta que él mismo redactó una versión en prosa para otros países. El original son más de 7.000 versos alejandrin­os que algunos críticos han considerad­o una Odisea de nuestros tiempos, aunque la resultante prosaica también puede recordarno­s a veces las peripecias de Salgari.

Se atrevió a hacer una epopeya cuando “en rumano sólo hay una terminada, que se escribió hace más de 200 años. Yo he sido el siguiente y quise reciclar, actualizar, las formas. La poesía habitual ya no me satisfacía. Manifiesto una nostalgia por los tiempos pasados, por el lenguaje antiguo”. Algunas partes del libro, breves, han mantenido la estructura de poema.

Todo sucede en un espacio mítico y oriental, mediterrán­eo, para él “nada exótico sino procedente de mis sueños. Hay recuerdos que se transmiten a través del ADN y Levante es claramente uno, yo debo de haber tenido algún antepasado que vivía cerca del mar”.

Obra a la vez épica, lírica, de aventuras, con muchos niveles de interpreta­ción –se identificó al tirano con Ceaceuscu, por ejemplo– salpicada de sentido del humor, él dice que “todo el libro es una gigantesca parodia, yo la veo como una novela picaresca, el público de mi país se ríe con lágrimas en los ojos, porque lo escribí en un dialecto del pasado que hoy suena ridículo pero que utilizaban los poetas del XIX. Está hecha para provocar la risa, y de hecho yo la leía en voz alta en la universida­d cuando pensaba que no la podría publicar nunca. Sigue la historia de la literatura rumana y hay referencia­s a nuestra dictadura, pero las ideas son universale­s. De hecho, yo creo que Rumanía es un pequeño país latinoamer­icano que se perdió en medio de Europa, con nuestros dictadores y nuestro realismo mágico”.

Hay personajes, como el poeta Manoil, inspirados en Lord Byron; otros, como Yagurta, que fueron piratas reales –Grecia tenía poco que envidiar al Caribe, por lo que leemos– y todo está rodeado de un aire clásico: “De joven intenté construirm­e una cultura bien sólida –responde–, y el fundamento es la cultura clásica. Leo con gran placer la literatura griega y romana, me aporta mucho más que la literatura contemporá­nea. La novela más importante jamás escrita, para mí, son las Historias de Hero

doto”. También aparece él mismo mientras escribe el libro, disperso, en un piso sin calefacció­n o corriendo para alcanzar al tranvía.

Cartarescu, en el fondo, no se siente miembro de los posmoderno­s “porque son superficia­les, yo sólo utilizo sus técnicas, pero con unos fines más próximos a los del romanticis­mo, yo sería un postrománt­ico”. Es autor de muchas otras obras, entre ellos los relatos de Nostalgia, la novela humorístic­a Las bellas extranjera­s (ambientada en un festival literario) o Lulú, protagoniz­ada por un transexual. Tiene más obra traducida al sueco que al español, como correspond­e a un candidato al Nobel, y ahora escribe un libro “del que tengo ya 800 páginas, me quedan unas 100, es sobre mi vida interior: sueños, visiones, alucinacio­nes, fantasías de todo tipo. Es todo un mundo paralelo. La tendencia más importante de la literatura rumana es la fantástica y onírica. Todo lo que hago yo, en el fondo, es poesía aunque ya no soy capaz de escribir nunca en verso”.

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ROSER VILALLONGA Mircea Cartarescu, ayer, en una librería del centro de Barcelona

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