La Vanguardia

Colometa Lolita

Lolita Flores se convierte en el Goya en la mítica protagonis­ta de ‘La plaza del Diamante’ en un aclamado montaje dirigido por Joan Ollé

- JUSTO BARRANCO Barcelona

La Colometa, la frágil e imborrable Natàlia engendrada por Mercè Rodoreda, vuelve a los escenarios barcelones­es. De la mano de una leona y de un tigre de bengala, como se adjetivaro­n mutuamente ayer. De la mano de la hija de un gitano de Gràcia, Lolita Flores, y de Joan Ollé, un director que ya tiene un máster en dirigir Colometas: Ana Belén, Jessica Lange, Rosa Renom, Montserrat Carulla y Mercè Pons han dado vida bajo sus órdenes al intenso monólogo en el que ha convertido La plaça del Diamant.

Dos fieras, Lolita y Ollé, Ollé y Lolita, que presentand­o La plaza del Diamante ayer en el Goya –donde estará hasta el 3 de mayo– parecían a ratos un dúo cómico que debería subir inmediatam­ente al escenario. “Todavía no has aprendido a decir Rodoreda”, dice él cuando ella la pronuncia trabándose. “Si lo digo en catalán, me sale mejor”, le espeta ella, y pronuncia el apellido con gran acento. “Me preguntó si se tenía que aprender el texto al pie de la letra. Pues estaría bien, le dije”, recuerda él. “Pues he cambiado cosas a mejor”, contesta ella. “Te voy a traer a los herederos de Rodoreda”, le regatea él. “Él divaga como todos los directores de tea- tro y para contarte una cosa te cuenta 37”, desliza ella, pero reconoce que con sus dimes y diretes han llegado a una Colometa que es de los dos. Y que a ella le ha cambiado desde la manera de hablar a los movimiento­s. “Me dijo que me iba a dejar una hora y 15 minutos en un banco sin moverme. No me gustó nada. Y ahora ya hablo con las manos en el regazo como la Colometa. No sé si es el Lexatín o qué”, sonríe Lolita.

Pero en otros momentos hay confesione­s a tumba abierta. Y no sólo explicando que les hizo falta un domador para que el proyecto llegara a escena y lograra el éxito que está cosechando en toda España: Joan Manuel Serrat, que le recomendó a Ollé que la protagonis­ta fuera ella –“igual os matáis, pero va”– y que con una llamada a las dos de la mañana consiguió que tras dos meses de dudas ella aceptara –“no le tengas miedo, ese papel es para ti”, le dijo. “No estaban ni mi madre ni mi padre ni mi hermano para aconsejarm­e. Mi padre –al que Lolita le dedica su actuación– habría querido que lo hiciera. Mi madre me habría dicho: ‘Bueno, hazla tú pero no entiendo por qué no me han llamado a mí. Estoy en la edad justa’”, sonríe imaginándo­lo.

Hubo mucho más: Lolita explicó que diez días antes del estreno tuvo un ataque de ansiedad, se echó a llorar y le dijo a Ollé que no estaba la altura y abandonaba porque “no me venía, no me venía el personaje”. “Esa misma tarde entró Colometa en mí y no se ha vuelto a ir”. El estreno en el Español de Madrid fue un gran éxito.

Y no faltaron las flores. “He aprendido que una cosa es interpreta­r un personaje y otra encarnarlo”, afirmó Ollé, y dijo que Lolita ha logrado el milagro de la en- carnación, de pasar su personaje por sus venas. “Ha habido un choque entre la cosmogonía Rodoreda y la Flores y ha salido otro planeta”, remata. Y Lolita, que recuerda emocionada que “una señora en Salt me dijo que hasta el final de la obra no se había dado cuenta de que hablaba en castellano”, marca gol: “A Colometa o te la pasas por el hígado o es imposible hacerla. Te tiene que doler dentro o es imposible”. Ollé cierra: “Si Colometa hubiera nacido en un país serio ,sería tan conocida como Madame Bovary”.

“Mi madre me habría dicho: ‘Bueno, hazla tú, pero no entiendo por qué no me han llamado a mí’”, sonrió Lolita

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SERGIO PARRA Lolita en una escena de La plaza del Diamante

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