Una cuestión personal
Dos individualidades de Messi y Suárez deciden un duelo liquidado con la estrategia y el contragolpe
En términos prácticos el Barça dio otro paso hacia el título. A falta de ocho jornadas los resultados acompañan al equipo de Luis Enrique, que ha firmado una serie de 20 victorias en los últimos 21 compromisos y afronta bien amparado por las matemáticas una semana vibrante con visita a Sevilla el sábado y a París el miércoles. A estas alturas, cuando cualquier partido desprende aroma de final, no hay factor más necesario que la victoria, aunque la lógica resultadista hubiera sido proscrita en el Camp Nou en favor de una concepción coral con alto contenido estético, romántico y, evidentemente, también competitivo.
Si el domingo en Vigo pudo resolver una complicada papeleta gracias a un gol de estrategia, ayer el Barça tuvo que echar mano de las individualidades, a dos goles de factura personal de Messi y Luis Suárez, para adornar las fases predominantes de fútbol monótono. Ni el Almería se prestó a propiciar una tarde para el recuerdo –bastante tenía con no lamentar una goleada desproporcionada en el estreno de Sergi Barjuan–, ni el Barcelona efectuó un derroche de energías y ten- sión competitiva, guardando fuerzas para un futuro determinante. Dos goles producto de la inspiración personal; el tercero, a cargo de Bartra, en una jugada a balón parado y el último, el segundo del uruguayo, en un contragolpe letal, zanjaron un duelo sin historia que sin embargo confirma la sensible transformación en el modelo resolutivo del equipo.
Al Barça ya no le importa extraviar pelotas sino recuperarlas con presteza y trasladarlas al territorio de los delanteros para que se busquen la vida. Como hizo Messi en el primer gol, preciso, exquisito, el trigésimo tercero del argentino en la Liga, en el minuto 33. Y Suárez en el segundo, una jugada casi idéntica pero con una factura más rudimentaria. Dos reflejos de las cualidades de ambos goleadores.
El Barça resuelve a la brava, ha aprendido a prescindir de la elaboración, aunque ayer Xavi, el estandarte del fútbol de toque corto y precisión estuvo en el equipo titular. El centrocampista egarense, inmerso en un posible cambio de aires inspirado por los indudables atractivos de Qatar, fue aclamado en el segundo tiempo por el Camp Nou. “Nosotros te queremos, Xavi quédate”, cantó buena parte de la grada. “Es un crack, es muy grande Xavi. Lo que ha conseguido desde que entró en el vestuario en el que estábamos nosotros hasta hoy es único y probablemente no volveremos a verlo”, elogio Sergi Barjuan.
Como Guardiola, Luis Enrique o Barjuan, Xavi apunta su futuro a los banquillos. Y allí, sufriendo, imprimirá a su equipo un sello personal producto de una larga experiencia y condicionado por la materia prima. Es, a grandes rasgos, el proyecto que está desarrollando Luis Enrique, que será avalado o repudiado según los resultados de final de temporada. No existe ninguna afición incapaz de renunciar a una dosis de glamur a cambio de un buen resultado. Otra cosa, que no sería fácil de aceptar para el exigente Camp Nou, sería fiarlo todo a las matemáticas. En las últimas diez jornadas de la pasada temporada el Barcelona se dejó 12 puntos y terminó, melancólico y desamparado, entregando la Liga de manera triste en el último partido. Esta vez ha superado las dos primeras con armas nuevas, justo lo que prometió Luis Enrique al comienzo de su mandato: imprevisibilidad. Individualidades, estrategia y contragolpe. ¿Y la esencia? La esencia, mientras acompañen los resultados, podrá soportarlo. Qué remedio.