Aires de cambio
Mercados y gobiernos están convergiendo para afrontar el desafío planteado por el cambio climático. A medida que las evidencias científicas se amontonan y las políticas gubernamentales ganan momento, inversores y sectores financieros intentan rebajar la exposición de sus carteras a los riesgos potenciales asociados al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, moviendo capital desde aquellas industrias más intensivas en carbono hacia actividades menos contaminantes.
Para ilustrar el rumbo que el mercado está tomando, resulta ilustrativo constatar que las inversiones en energías bajas en carbono anunciadas durante la cumbre de las Naciones Unidas celebrada en Nueva York en el 2014 totalizaron cerca de 600.000 millones de dólares. De este total, 420.000 millones correspondieron a compañías de seguros que, en el transcurso de los próximos cinco años, planean invertir dicha suma en energías renovables, eficiencia energética y proyectos de agricultura sostenible. Paralelamente, la banca comercial anunciaba para el 2015 una emisión en bonos verdes de 30.000 millones, cifra que debe acumularse a los 37.000 millones del año precedente.
Otro dato significativo es que diversas instituciones han tomado la decisión de abandonar progresivamente sus inversiones en combustibles fósiles. Por ejemplo, la Rockefeller Brothers Fund, un fondo de inversión tradicionalmente fundamentado en la riqueza generada por el comercio de petróleo, se dispone a liderar una coalición para desinvertir 50.000 millones de dólares en valores relacionados con los combustibles fósiles en los
Como dice el viejo proverbio chino, cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, otros molinos
próximos tres a cinco años. Asimismo, algunas fundaciones universitarias están retirando su capital de aquellas actividades económicas consideradas intensivas en emisiones de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, la Universidad de Stanford se está desprendiendo de las acciones de compañías involucradas en el ciclo de extracción y transformación del carbón, mientras que la Universidad de Glasgow ha decidido congelar sus inversiones en todos aquellos sectores económicos relacionados con los combustibles fósiles y la Universidad de Sydney se apresta a reducir la huella de carbono de sus inversiones en un 20%.
Y algunos fondos de pensiones están siguiendo los mismos pasos. El año pasado, diversas coaliciones de inversionistas preocupados por el tema del cambio climático (Investor Group on Climate Change) de Europa, Norteamérica, Australia-Nueva Zelanda y Asia pidieron a las compañías de combustibles fósiles que justificaran los gastos destinados a aumentar sus reservas, ya que, de acuerdo con diversas estimaciones, la coherencia en la lucha contra el cambio climático demanda que cerca de dos tercios de las actuales reservas probadas permanezcan inexplotadas en el subsuelo. Por otra parte los fondos CalSTRS, APG y PensionDanmark han decidido reservar 31.000 millones de dólares hasta el 2020 para su inversión en proyectos bajos en carbono, mientras que la De-carbonization Coalition, un grupo de fondos de pensiones y gestores de fondos creados en septiembre del 2014 bajo la tutela del Environment Programme Finance Initiative de las Naciones Unidas, alienta a los accionistas a rebajar la exposición al riesgo-carbono de un conjunto de activos cuyo valor total ronda los 100.000 millones de dólares.
Y es que, como dice el viejo proverbio chino, cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, otros molinos.