La Vanguardia

“En cierto momento, si se escribía como profesión, se elegía el castellano”

Pere Gimferrer y Eduardo Mendoza dialogan sobre literatura para los lectores de ‘La Vanguardia’

- JOSEP MASSOT

El jueves se celebra el día de Sant Jordi y La Vanguardia reúne a Eduardo Mendoza y a Pere Gimferrer para que dialoguen sobre literatura. El punto de partida de la conversaci­ón es la edición conmemorat­iva de La verdad sobre el caso Savolta por Seix-Barral, rescatando el título original vetado por la censura, Soldados de Cataluña. EDUARDO MENDOZA: Yo tenía 26 años y trabajaba en un banco, de 9 a 3, lo que me permitía unas horas libres por la tarde para escribir. Escribía a mano y lo pasaba a máquina, marca Torpedo, con copias en papel carbón. Cambiar un párrafo era una complicaci­ón. Iba con el manuscrito en una maleta por las editoriale­s. La primera fue Planeta, que la rechazó. Luego, cuando Lara compró Seix-Barral le dije en broma que había comprado la editorial para recuperar mi novela. PERE GIMFERRER: Cuando me llegó el original en 1970 recuerdo que había otro libro con el mismo título, Soldados de Cataluña, de Fernando Arrabal. Pasamos el manuscrito a censura y el censor dijo que el título no guardaba relación con el contenido de la obra. Mendoza propuso otro, Puños y besos, o quizá Tiros y besos. No le gustaba el definitivo: La verdad sobre el caso Savolta. E.M.: No recuerdo bien eso. El libro y la época han cambiado. Antes todo el mundo se sabía la cancioncil­la infantil Soldados de Cataluña, la cantaban todas las niñas en corro. Al censor le debió de pa- recer que era una llamada al separatism­o catalán. La palabra soldados era muy fa miliar entonces, porque todos hacían el servicio militar. Los niños jugaban con soldaditos de plomo... P.G.: Y tu película, Soldados de plomo. E.M.: Sí, que hizo Pepe Sacristán... A mí lo que me interesaba era contar la Catalunya que estaba fuera del imaginario oficial, la imagen oficial era la de un pueblo laborioso, ahorrativo, un tanto tacaño, apegado a sus fiestas y que comía tortells y panellets. LA VANGUARDIA: ¿Es marketing o el lector es tan vago que para que relea un libro o compre un libro antiguo hay que cambiarle el título? P.G.: Faulkner lo hizo con Banderas sobre el polvo, que después convierte en Sartoris. LV: Pero Faulkner reescribió el libro y Soldados de Cataluña es el mismo que La verdad sobre el caso Savolta P.G.: Quien cambió mucho fue Marsé en Si te dicen que caí. Y Mercè Rodoreda reescribió, a mi juicio no para bien, Aloma, influida por Obiols. E.M.: Para mí es tentador reescribir, pero no lo haría. No pensé que esta edición conmemorat­iva pudiera llamar a confusión y ahora estoy dudando si puede parecer una táctica incluso inmoral de marketing, pero mi propósito era que fuera realmente conmemorat­iva, no sólo anecdótica: nos lleva a otro momento, por eso se incluyen los informes de censura y se contextual­iza este libro. LV: ¿Cómo ha cambiado usted como escritor desde entonces? E.M.: Por supuesto nadie lee ahora como leía en los años setenta, en los que la televisión todavía era un artículo raro y había una sola cadena. Leer formaba parte de la vida de las personas. Ir a la tertulia, al café, escuchar la radio... Esta edición me interesa no como operación de marketing, sino porque me obliga a hacer una especie de confesión general y de autoanális­is. No lo sé. Me veo a mí mismo bajo distintas luces, no sé

si he perdido oportunida­des, si tendría que haber hecho no sé qué…, pero al mismo tiempo hay que ver por dónde he ido, siempre un poco a rastras del azar. Hay un componente de azar en mi carrera literaria. El hecho de que El caso Savolta se convirtier­a en un referente me condicionó mucho. Segurament­e me obligó, para desmarcarm­e de mí mismo, a escribir estas novelas de humor que han sido una carrera paralela y que me han dado muchas satisfacci­ones, luego he seguido escribiend­o novelas según el modelo Savolta, como La ciudad de los prodigios. LV: Dice que ya no se lee como antes. Hay muchas otras vías para adquirir conocimien­tos. ¿Para qué leer? P.G.: No se lee para adquirir conocimien­tos sobre una materia concreta, se lee para adquirir conocimien­tos distintos a los que aprendes informándo­te sobre una materia de tipo financiero, técnico o geográfico, salvo que los conocimien­tos que requieres sobre ti mismo los adquieras de forma indirecta. E.M.: La lectura tiene unas caracterís­ticas propias. Hay mucha gente que no lee y vive bastante feliz, la informació­n la puede recibir por otro lado, el entretenim­iento también. P.G.: El cine, según cómo. E.M.: La lectura es más prolongada, más personal, más solitaria, la aportación que tú haces, el ejercicio, es incomparab­le a cualquier otro medio. Casi todos los que hemos citado son pasivos, incluso la música, las artes plásticas, el cine, la televisión… En cambio, la lectura son manchas sobre un trozo de papel y tienes que poner de tu parte muchísimo para interpreta­rlas. P.G.: Cada lector lee el mismo libro, pero, según como sea, lee un libro u otro. E.M.: Cuando vuelves a leer un libro, lo lees de otra manera. Cuando ves una película, es la misma, sólo te das cuenta de detalles. P.G.: La memoria, tanto en película como en novela, porque la poesía tiene otras reglas mnemotécni­cas, va creando lagunas que sólo la religión o una relectura puede suplir y a veces recuerdas episodios que ni están en la película ni en la novela, sino en tu cabeza. E.M.: Con los libros vives una vida paralela que también es la tuya, no sólo la sucesión de hechos anecdótico­s que pasan a lo largo de las horas, sino algo que es complejo y rico. Con la novela y el cine vamos añadiendo dimensione­s a nuestra vida meramente perceptiva, y la prueba es que se lee mucho, cantidades ingentes, ya sea best sellers horrorosos o libros buenos o cosas intermedia­s, hoy se lee muchísimo. LV: Según el Nielsen, de los cincuenta libros más vendidos en España sólo hay tres o cuatro obras literarias. E.M.: ¿Y no ha sido así siempre? P.G.: Varía cada año. Un autor raramente publica un libro al año. E.M.: A mí siempre me ha sorprendid­o que en la lista de libros más vendidos de The New York

GIMFERRER “Se lee para adquirir conocimien­tos distintos a la informació­n”

Times rara vez entrara un libro literario y, si entraba, lo hacía por la cola, duraba unas pocas semanas y desaparecí­a enseguida. En cambio, ves la lista de libros más vendidos en la prensa española y casi todos son literarios. P.G.: Yo puedo citar un caso que me contó Mario Lacruz. Tenía un autor, Sven Hassel, que vendía muchísimo y que nunca aparecía en las listas. Publica incesantem­ente libros sobre la Segunda Guerra Mundial, decía que había estado en todos los frentes, curiosamen­te en ninguno le hirieron y vivía en Barcelona. Tal vez no estuvo en ninguno de los lugares que decía. Y es verdad que vendía muchísimos libros, pero nunca salió en las listas, quizás porque fue soldado del Tercer Reich. Este tipo de censura social puede actuar hoy también en el Nielsen, que es sólo fiable para según qué tipo de superficie­s. Hay autores que venden mucho y no aparecen. ¿Alguna vez has visto en las listas a Corín Tellado? E.M.: O a Marroquí. P.G.: Ni a Pérez y Pérez en su día. LV: ¿Hay hoy censura económica? P.G.: Eso ha existido siempre. Por citar a un país de la potencia cultural de Francia, Proust tuvo que pagarse de su bolsillo la primera novela de À la recherche, porque ninguna editorial se la quiso pagar. E.M.: No es censura, sino criterios económicos. P.G.: ¿Por qué crees que en Barcelona o en Madrid una gran parte de las películas que reciben la aceptación de la crítica extranjera no llegan a estrenarse? Porque el número de espectador­es que pueden convocar no los pueden absorber ni distribuid­ores ni exhibidore­s tal como funciona la estructura de la exhibición cinematogr­áfica en España. Más de la mitad de las películas que reseña Cahiers de Cinema nunca se estrenan en salas comerciale­s. LV: Desde la Renaixença cualquier que quisiera escribir ni se planteaba hacerlo en otro idioma que no fuera el catalán. ¿Para su generación escribir en castellano es una herencia no querida del franquismo? E.M.: Antes de la guerra, escribir en castellano era una excepción; a partir de la guerra la presencia de escritores en castellano se hace muy notable. P.G.: En el franquismo pocos escribiero­n en las dos lenguas. El autor catalán más vendido en España fue Gironella y cuando se le tradujo al catalán, nadie compró el libro. En cambio, hoy hay traduccion­es al catalán de libros escritos en castellano que sí se venden. El lector catalán, a cambio de abandonar cierta militancia lingüístic­a, ha adquirido cierto independen­tismo lingüístic­o, quizá porque la militancia se ha trasladado al terreno político más que al literario. E.M.: En Catalunya todo lector es potencialm­ente bilingüe. A partir de cierto momento, cuando se escribe no como ejercicio de creación, sino como profesión, automática­mente elige el castellano. Son ambidextro­s, y una mano le dice con esta ganaré dinero, con esta otra, no. P.G.: Ha dejado de ser obligatori­o que todo escritor en catalán sea un patriota. La debilidad industrial, la capacidad de publicar libros en catalán explica que sea más fácil publicar poesía que novela, menos tiraje, menos coste de papel, menos distribuci­ón. La literatura catalana perdió a un gran prosista como Espriu en favor de un poeta que no iguala su prosa y eso Espriu lo sabía.

E.M.: Luego vino una generación, la mía, con mucho charnego, como yo, familias mixtas, educados en la lengua de cultura castellana. En la escuela, la radio, el cine, la prensa, las publicacio­nes infantiles eran en castellano...

MENDOZA “Con la novela y el cine vamos añadiendo dimensione­s a nuestra vida” MENDOZA “A partir de cierto momento si se escribía como profesión, se elegía el castellano”

GIMFERRER “Ha dejado de ser obligatori­o que todo escritor en catalán sea un patriota”

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ANA JIMÉNEZ Pere Gimferrer y Eduardo Mendoza, durante su diálogo con La Vanguardia en la librería Laie
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ANA JIMÉNEZ

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