Hollande compara al Frente Nacional con el PCF de los setenta
La analogía acelera la ruptura del bloque que le llevó a la presidencia en el 2012
Los gobernantes franceses, por no decir los europeos en general, están absolutamente obsesionados por su “imagen”, entendida como lo que dicen de ellos los medios de comunicación. Podría decirse que los medios de comunicación forman parte de la coalición de gobierno, y no precisamente como “cuarto poder”, sino más bien como un apéndice indirecto del ejecutivo siempre pendiente de la acción de asesores, comunicadores e institutos de demoscopia.
En el caso de François Hollande eso es algo que admiten muchas fuentes, entre ellas su excompañera Valérie Trierweiler, en el libro que publicó el año pasado. El propio presidente confesó la semana pasada que lo primero que hace por la mañana es intercambiar un SMS con su primer ministro, Manuel Valls, para comentar cómo respiran los medios. “Muy pronto por las mañanas intercambiamos un mensaje de ambiente, es decir, cómo hemos oído sonar la prensa audiovisual o leído la escrita”, explicaba el lunes en un homenaje mediático a Valls. Y por la noche otro: “Terminamos con otro SMS de noche”, decía.
La obsesión de la imagen raya en lo circense. Todo parece pensado para su escenificación mediática, sea la reacción a un atentado que corta la respiración a la nación, sea un accidente aéreo. Encontrar el tono y la pose, el cómo quedará, parece siempre más importante que el contenido. En el marco de esta política de fast food, tan alejada de la dignificación gaullista del poder, Nicolas Sarkozy fue el rey, pero Hollande, ciertamente con otro estilo, sigue la senda al parecer inevitable.
Así lo sugiere la participación del presidente, el domingo, en el programa Le Suplement de un canal de pago de la televisión, en el que un inspector de imagen analizó su estilo de vestimenta y un cómico le hizo un perfil irreverente, ambas cosas jalonando una entrevista en la que se hablaba de cosas serias. Si esa mezcla de géneros pretende abonar una imagen “democrática” de los líderes, ¿por qué no organizar con ellos concursos de canto, con posibilidad de premio para el mejor? No se está tan lejos: en el programa del domingo, el ministro de Eco- nomía, Emmanuel Macron, cantó una pieza.
“Esa proximidad del humor y de la burla, ¿no pone en riesgo de descrédito la palabra presidencial?”, se preguntaba Le Monde. El propio Hollande parecía adelantarse a esa crítica reivindicando en el mismo programa cierta defensa de su privacidad: “Quiero ser cercano a los franceses, pero no familiar, en la vida corriente puedo ser más libre, pero no quiero ofrecerme como espectáculo”, explicó en franca contradicción con el ambiente que le rodeaba.
En ese contexto, Hollande tuvo una declaración desafortunada. Dijo que la líder del ultradere-- puede justificar una comparación tan odiosa como absurda”, dicen.
Más allá de la defensa del proteccionismo y de cierto tono militante, la analogía está errada, aunque su contexto sea menos excéntrico de lo que parece, pues la conversación era sobre el comportamiento del electorado en los departamentos de Nord-Pas de Calais y Picardía, donde, tras 30 años de abdicación, muchos electores comunistas votan hoy a Le Pen. El presidente, además, matizó que los comunistas no acusaban a los emigrantes de todos los males, pero lo peor es que los electores comunistas votaron por Hollande en mayo del 2012. El presidente que confía en reconstruir para el 2017 aquel bloque que le llevó a la victoria se tira piedras sobre su propio tejado, precisamente en un momento en que todo lo que queda a su izquierda, desde los verdes hasta el Front de Gauche, llama a romper con él definitivamente.
El patinazo tuvo lugar en un nuevo baño de imagen televisado, que mezcló política con show
chista Frente Nacional, Marine Le Pen, “habla como los panfletos del Partido Comunista de los años setenta, pensando que se pueden cerrar las fronteras y nacionalizar las industrias, que se puede sacar a ciertos capitales de nuestro país sin que haya riesgo”.
La analogía no ha gustado a los comunistas. Su secretario general, Pierre Laurent, le ha pedido una disculpa pública, algo que el portavoz del gobierno, Stéphane Le Foll, excluye por completo.
Laurent ha dicho que precisamente en los años setenta “había un programa común de la izquierda, una izquierda que cuando había que nacionalizar, nacionalizaba y que no abdicaba”. Tres exministros comunistas han declarado sentirse “insultados”. “Nada