La maldición de los dioses
España está maldita. No se asusten, pero algo así vino a decir la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal: “Cuando los dioses quieren castigar a los pueblos [léase: “los mortales”] les envían reyes jóvenes”. Veamos. La sentencia remite a los clásicos: a Sibila, complacida y castigada por Apolo, que le concedió el deseo de vivir nueve vidas humanas de 110 años, pero se olvidó de pedir al dios la eterna juventud. Pero tiene referentes más contemporáneos: “Cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias”, dijo sir Robert Chiltern, protagonista de Un marido ideal (1899), de Wilde, y, como recordarán, repitió Meryl Streep en Memorias de África, la inolvidable película basada en la novela de la escritora danesa Karen Blixen. En síntesis: cuidado con lo que deseas porque podrías lograrlo (y lamentarlo).
Luego Cospedal hizo paráfrasis para disuadir a los ciudadanos de echarse en brazos de esos dioses jóvenes que rasgan las encuestas e incluso ya campan por los parlamentos (Andalucía), los Rivera y los Iglesias, los retoños de Zeus llamados a liquidar lo viejo, la vieja política. Lo de menos es que Cospedal pronunciase su ya famosa frase en pleno aniversario de la República, o que –ay– el Reino de España, esta España maldecida por los dioses, tenga por soberano un rey joven, Felipe VI. Joven y aún casi de estreno. Lo de menos es que al día siguiente Iglesias rompiese el protocolo para regalarle al Rey en Bruselas un lote de
Juego de tronos, su serie de culto. El gesto tiene algo de naïf, de infantiloide. Qué revolucionarios más raros, se preguntarán, pero es que esto es el Partido Simulacionista. Como dijo Felipe (González), que ha leído a Byung Chul-Han, los de Podemos están en la psicopolítica, en la política de las emociones virtuales, la del “me gusta” en Facebook, y por eso los puede votar cualquiera. Precisamente. Aunque¿realmente se les ocurre alguna manera mejor de asaltar “la centralidad del tablero”? Ánimo, Rivera, mejóralo.
Cospedal expresó bien el síntoma: puede que los dioses concedan a los españoles lo que están pidiendo. E incluso que, en un arrebato de racionalidad maquiavélica, conjuren la maldición divina: lo importante no son los medios, los reyes jóvenes, sino los fines, echar a los reyes viejos, o, cuanto menos, bajarlos un poco del trono carcomido antes de que nos caigan encima a todos. Y luego están los viejos jóvenes. Como Rato, el otrora icono de la derecha empática, álter ego y sucesor frustrado de Aznar, el oscuro. Al PP se le empiezan a caer hasta los viejos jóvenes, aunque no tiene más remedio que seguir agarrándose a ellos: ahí están Aguirre con su sofá de reina en medio de la calle (gran metáfora del momento), Cifuentes, Barberá, grandes esperanzas en esta hora negra. Con todo, están peor los viejísimos. Ayer, Feijóo –eternas ambigüedades gallegas, perdón por el tópico– le dijo al otro gallego que vaya pensando si debe ir pensando en la abdicación. El PP también tiene sus reyes (y reinas) casi jóvenes.
Cospedal expresó bien el síntoma: lo importante no son los reyes jóvenes, sino echar a los reyes viejos