Morir en el Mediterráneo
APREMIADA por los trágicos sucesos que se están viviendo en el mar Mediterráneo, la Unión Europea convocó ayer una reunión de urgencia de los ministros de Asuntos Exteriores y de Interior y posteriormente un Consejo Europeo extraordinario para el próximo jueves, para tratar de buscar soluciones a un drama que está convirtiendo el Mare Nostrum en un cementerio donde reposan miles de cadáveres anónimos, en su mayoría de inmigrantes procedentes de Siria y del África subsahariana. El último naufragio se saldó este fin de semana con la muerte de más de novecientas personas al sur de Lampedusa. Apenas treinta supervivientes. Y ayer, el drama se cebó en otros dos barcos frente a Italia y Grecia.
La solución para esta tragedia humana no pasa por declaraciones de buenas intenciones. Si no se consigue armonizar una política común de la Unión Europea, no será posible afrontar la avalancha de pateras que salen de las costas libias. Pero Europa no parece unida en este terreno. Los países del Norte del continente –que ven el problema humanitario como algo lejano– afirman que ya contribuyen económicamente a financiar las operaciones marítimas y que además, a la larga, son los únicos que acaban concediendo refugio o asilo a algunos miles de estos inmigrantes. Los países del Sur, que sufren el problema en sus carnes, insisten en la necesidad de una política de inmigración común. No contribuye ciertamente a ello que los países europeos, como consecuencia de la crisis económica sufrida estos años, hayan reducido considerablemente sus ayudas a la cooperación y el desarrollo en las naciones de origen de muchos de estos inmigrantes, especialmente en los países subsaharianos.
La Unión Europea sustituyó el pasado noviembre la operación Mare Nostrum, que efectuaba Italia pero cofinanciaba la UE, por la operación Tritón, que lleva a cabo la propia Unión. En el cambio se ha salido perdiendo porque desde entonces el número de víctimas en el mar ha aumentado dramáticamente. La operación Tritón –con mucho menos presupuesto– es coordinada por Frontex, la Agencia Europea de Fronteras, por lo que ahora la prioridad es mantener la seguridad de las fronteras europeas y la labor humanitaria de rescate queda en un segundo plano. Mare Nostrum logró rescatar con vida a 100.000 personas en el 2014. En lo que va de año, Tritón ha salvado a 5.000 refugiados.
No resulta baladí en este drama que la inmensa mayoría de los pesqueros y otro tipo de embarcaciones que intentan llegar al sur de Italia provengan de las costas libias. No es sólo porque geográficamente sean las más cercanas, sino porque el actual estado de descomposición y de guerra civil en que se halla Libia facilita la aparición de mafias que trafican con seres humanos. Además, amplias zonas del país están bajo control del Estado Islámico, lo que añade la amenaza del componente yihadista. La operación Mare Nostrum operaba en aguas libias, lo que facilitaba el control de las pateras, mientras que la Tritón lo hace en aguas europeas.
En la reunión celebrada en Barcelona el pasado 13 de abril entre los ministros de Exteriores de la UE y los de los países de la ribera sur del Mediterráneo ya se abordó este problema. La cumbre europea del jueves debería decidir qué medidas ya aprobadas se pueden acelerar y qué nuevas medidas pueden acordarse. Y hallar un sistema de cuotas justo para distribuir a los inmigrantes entre los 28 países miembros.