Divididos por la etnia
Ciudades como Chicago, Johannesburgo, Yakarta o París son un barómetro del racismo en el mundo. En la primera, donde me encuentro, no se habla del problema. No es un tabú; pero, dicen, es incómodo y complicado. Se teme caer en lo “políticamente incorrecto”.
En Chicago, donde Obama tiene casa grande y bonita, la tercera parte de la población es afroamericana. La segregación racial de los black people sigue siendo aquí un hecho, cincuenta años después de las leyes por los derechos civiles y políticos, promovidas por Martin Luther King, que vivió un tiempo en la ciudad. Pero el South y el West Side de esta siguen concentrando a más del 90% de la población negra, con altos índices de pobreza, abandono escolar y violencia. En Lincoln Park, zona burguesa, hay un homicidio por cada 100.000 habitantes; en el South Side hay más de cincuenta. Muchos vecinos apenas conocen otro barrio que el suyo. Y no hay movilidad, porque no hay oportunidades. Los que se mueven son los blancos y los latinos, con más facilidades para ir a zonas residenciales o más seguras.
La equidad no funciona. Algunos alcaldes de grandes ciudades se quejan de que no pueden hacer nada para cambiar la política en las zonas residenciales, porque no son su dominio. Así, los guetos se estancan. Generaciones enteras viven en ellos sin conocer otra fuente de ingresos que el subsidio. Lo cual sirve de excusa a blancos y latinos para decir que los afroamericanos no trabajan. Los tópicos y los estereotipos aún circulan, aunque sólo se expresan cuando se tiene al afroamericano (en español negro es peor que decir black) como un directo competidor y se han bebido más cervezas de la cuenta. En la carrera electoral este año por la alcaldía de Chicago ningún candidato ha abordado el racismo, siendo el mayor problema.
La bella ciudad de los rascacielos, los parques y el inmenso lago es también la de los bellos rostros de los niños afroamericanos, con sus ojos tan grandes y expresivos. Pero es también la ciudad dividida por la etnia y las oportunidades. En el aeropuerto, las universidades o el auditorio de la Sinfónica, se ve muy poca gente de color. Eso no es justo. En esta situación, hasta da cierta vergüenza ser blanco y uno quisiera saber qué se puede hacer para que todos los niños tengan las mismas oportunidades. Me iré de Chicago con esta espina clavada en medio del recuerdo de los más bellos ojos negros con mirada de esperanza.