La Vanguardia

Aznarato y Cía.

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Los años de gobierno de José María Aznar (1996-2004) dejaron huella. Incrustado entre el mandato integrable de Felipe González y el reintegrab­le de Rodríguez Zapatero, el pétreo Aznar quiso pasar a la historia como el líder mundial que devolvería el orgullo patrio a España. Siempre le quedará el cromo de las Azores, haciendo troica con la BB de Bush y Blair. En realidad, se limitó a reorganiza­r a los herederos del franquismo, les reactivó el orgullo de serlo fundando la FAES en el 2002 y tras dos legislatur­as se retiró para influir mediante el faesismo, de modo que se consiguier­a el efecto, pero “sin que se note el cuidado”. Cosa que hizo durante los siete largos años de piruetas zapaterile­s (2004-2011) y después lo ha mantenido aunque ya se note. El actual presidente de la FAES tuvo tres vicepresid­entes que, vistos hoy, dicen mucho de sus gobiernos: Francisco Álvarez-Cascos (1996-2000), Mariano Rajoy (20002003) y Rodrigo Rato (2003-2004). Rato es la última piedra desprendid­a de la fachada de un sistema político de fusión PPSOE que se descompone cada día. Rato formaba parte de la misma cordada que Aznar y Rajoy, de modo que la ratificaci­ón de la caída de don Rodrigo los deja en la cuerda floja.

Sólo Felipe González y José María Aznar han sido lo bastante influyente­s para generar derivados. José Luis Rodríguez Zapatero, el mismo que este sábado tuvo las narices de reivindica­r el Estatut que en su día se ventiló, no sólo no generó derivados, sino que primero perdió el nombre, luego el primer apellido y al final todas las letras del segundo, excepto la zeta y la pe. Del gran coco González los relatores escogieron el nombre de pila y formaron el felipismo, tal como ahora él intenta esforzarse en poner la primera piedra de un presunto pedrismo. En cambio, al aznarismo se llegó por el apellido. Manuel Vázquez Montalbán, siempre atento a las cuestiones terminológ­icas, publicó un libro sobre La aznaridad (2003) y el historiado­r Javier Tusell acuñó un vocablo que una década más tarde parece profético: El aznarato (2004). Queda claro que Tusell eligió este título por analogía con califato y otros vocablos que designan períodos de gobierno de un mandamás, pero basta releerlo para descubrir en él la parejita: Aznar & Rato. Se habla mucho de las consecuenc­ias inmediatas que la caída de Rodrigo Rato tendrá para su hermano de sangre Mariano Rajoy, y de si eso favorecerá electoralm­ente a Ciutadans. Pero Aznar y la FAES, desde la que tanto se ha hecho para que Rivera esté donde ahora está, también recibirán. El postaznara­to se acaba.

Rato formaba parte de la misma cordada que Aznar y Rajoy desde el Aznarato; su caída los deja en la cuerda floja

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