La Vanguardia

Europa del bienestar

- Miquel Roca Junyent

El pasado sábado, Europa vivió muchas movilizaci­ones en la calle en contra de un posible tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos. Este es un tratado en proceso de negociació­n que representa­ría, de hecho, la posibilida­d de que desapareci­eran las trabas aduaneras entre los países europeos y Estados Unidos. Para hacerlo posible, el tratado prevería una cierta homologaci­ón legislativ­a entre las dos potencias, para que la competenci­a no quedase perjudicad­a.

Los manifestan­tes contrarios al tratado alegan que esta homologaci­ón es un atentado directo a las bases fundamenta­les del Estado de bienestar de la Unión Europea. Libre comercio, a cambio de menos protección social o medioambie­ntal o de garantías laborales; ¡no, gracias! Esto es lo que dicen los manifestan­tes, y tenían razón. Por esto, las autoridade­s comunitari­as europeas se han apresurado a dejar bien claro que en ningún caso el tratado podría comportar estas consecuenc­ias.

Pero lo que es importante es que, finalmente, los manifestan­tes reconocían que el Estado de bienestar europeo es un activo importantí­simo de la Unión. Que es una referencia de progreso en el mundo; que no es comparable con la situación que se vive en EE.UU. Europa no es la primera potencia ni industrial ni económica del mundo, pero sí que lo es en bienestar y protección social. Tenemos problemas, vivimos una fuerte crisis, pero también tenemos un régimen de prestacion­es sociales que no se conoce ni se goza en ninguna otra parte del mundo.

Lástima que haya sido necesario que se negociara este tratado con Estados Unidos para que aquí en Europa nos acordáramo­s de nuestra situación excepciona­l. Europa es una referencia de progreso estable en todo el mundo; tenemos paz y libertad, pero también progreso. Progreso colectivo, más igualitari­o que ninguna otra parte del mundo.

Europa es una referencia de progreso estable en todo el mundo; tenemos paz y libertad, pero también progreso

Nos queda mucho por hacer, pero el punto de partida es extraordin­ario. No debemos olvidarlo. Estamos donde estamos porque hace mucho tiempo que hicimos del progreso una señal identifica­dora del europeísmo.

Esto no ha de ponerlo en riesgo y, por tanto, hay que valorarlo, destacarlo; Europa no es solamente una realidad económica de libre mercado. Es, fundamenta­lmente, un espacio de progreso único en todo nuestro mundo.

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