La Vanguardia

La última lección de heroicidad

Abel Martínez, profesor errante pero fiel a su Lleida natal, era un enamorado de los cómics y un apasionado seguidor del Barça

- JAVIER RICOU Barcelona

Se tomaba muy en serio su trabajo y hace poco dijo que estaba cansado de tanta suplencia

Abel Martínez Oliva era un profesor errante. Uno de esos docentes acostumbra­dos a peregrinar por diferentes institutos de Catalunya para cubrir vacantes temporales, con el sueño de que un día llegaría la esperada plaza fija. Y eso le obligaba, a sus 35 años, a esforzarse más de lo normal en la preparació­n de sus clases, pues muchas veces la materia que le tocaba impartir en estas sustitucio­nes no era la de su especialid­ad. Él se había licenciado en Historia. Aunque eso no desanimaba en absoluto a Abel, aseguran algunos de sus amigos. “Solía encerrarse en casa para prepararse los temarios. Comentaba que era como volver a empezar a estudiar”, afirma una de sus compañeras. Abel se había ganado a pulso la fama de serio y responsabl­e en su trabajo.

Antes de llegar al instituto de Barcelona en el que este profesor impartió su última clase –toda una lección de heroicidad–, Abel Martínez había pasado por institutos de Sant Pedor, Mollet o Sitges. Nunca tuvo oportunida­d de ejercer la docencia en su Lleida natal. Pero la vinculació­n de este profesor con esa ciudad seguía siendo total e incondicio­nal, a pesar de tener que recorrer cada semana decenas de kilómetros para trabajar. Recienteme­nte había expresado a sus amigos más cercanos que empezaba a estar cansado de tanta peregrinac­ión por institutos de Catalunya, pero es cuando oyó gritos procedente­s del interior del aula donde el alumno armado con una ballesta estaba sembrando el terror. “Esta reacción es propia de Abel”, afirma otro de sus amigos.

Este profesor tenía dos pasiones, al margen de la docencia, a las que dedicaba buena parte de su tiempo libre. “Era un gran aficionado a los cómics, ese mundo le enamoraba, y también un apasionado seguidor del Barça. Los días de partido no había nada más importante”. También le gustaba nadar y solía acudir de forma periódica a las piscinas de Lleida de Inefc para mantenerse en forma. De adolescent­e había jugado también al fútbol y había formado parte de un equipo local. En Lleida mantenía relación con un grupo de amigos de su época de instituto. Amistades que han sobrevivid­o al paso del tiempo y que ayer estaban conmociona­das por lo ocurrido. Abel Martínez será recordado hoy con un minuto de silencio en su querida Lleida natal. El acto se ha programado para las doce de la mañana en la plaza de La Paeria. El alcalde Àngel Ros ha decretado, además, un día de luto en la ciudad con las banderas a media asta. lo que tocaba si quería trabajar como profesor. En Lleida vivía con sus padres en un piso del barrio de Cappont, vivienda en la que su familia se instaló hace unos años tras mudarse de La Bordeta, que es donde este profesor se crió.

Ese domicilio de Cappont fue visitado a media mañana de ayer por el alcalde de Lleida, Àngel Ros, para dar el pésame a la familia y ofrecerles desde la Paeria todo el apoyo que pudiesen precisar en estos momentos tan duros. Los padres, destrozado­s tras conocer la noticia, no tuvieron ni fuerzas para saludar al alcalde, que sí pudo expresar sus condolenci­as al único hermano de Abel, cuatro años mayor que él.

Aquellos que conocían bien a este profesor no se extrañan de que fuese uno de los primeros en ir a auxiliar a una compañera

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DAVID RAMOS / GETTY IMAGE Operarios del servicio judicial retirando ayer el cadáver del IES
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El profesor Abel Martínez

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