La Vanguardia

Un sofá, dos miradas

- Sergi Pàmies

La propaganda de la nueva etapa de Viajando con Chester (Cuatro) intenta que la transición entre la época de Risto Mejide y la actual, encarnada por Pepa Bueno, sea rápida. Sorprenden­temente, los ideólogos de la cadena han utilizado el lema “Mirando a los ojos” para definir el cambio de presentado­res. Una de las señas de la identidad televisiva de Mejide son las gafas de sol. Desde que debutó como jurado de El invento del siglo (Antena 3), las gafas le han permitido mantener una frontera entre privacidad y exposición mediática. Que, además, su personaje se haya construido una identidad feroz ha reforzado el efecto intimidado­r de sus gafas. Bueno, en cambio, apuesta por la idea del periodismo entendido como vocación transparen­te. Sin renunciar (en teoría) al rigor incisivo, practica una franqueza visual que, por contraste, se distancia de la opacidad de Mejide. A Bueno el formato no le exige elementos postizos (las gafas sin cristal de Berto Romero, el bigote de Josep Maria Bachs) pero, en el primer capítulo, el encargo le provocó regresione­s freudianas: recuperó el acento extremeño que no le habíamos notado en la radio o en otras experienci­as televisiva­s. ¿Significa eso que la Bueno de Cuatro es más auténtica que la de la Ser? No lo creo. ¿Se ha modificado la estructura del programa? Sobre el papel, tampoco. Mejide se estrenó con una entrevista a José Luis Rodríguez Zapatero y Bueno con una charla con Felipe González. Pero resulta interesant­e constatar que los elementos escenográf­icos (sofá, decorado, factura audiovisua­l) y el acuerdo tácito de ampliar los límites de la entrevista convencion­al (Willy Toledo aprovechan­do todo el

La mirada subjetiva del entrevista­dor no es proporcion­al a la sinceridad objetiva de la entrevista

potencial de la libertad de expresión) no parecen depender del celo visual del entrevista­dor. Más bien da la impresión de que, igual que a Mejide le resultaba indispensa­ble protegerse detrás de sus gafas para ganar contundenc­ia, ambigüedad y misterio, Bueno enfatiza la confianza de proximidad y una franqueza visual con una convicción que a ratos puede parecer más histriónic­a que eficaz. Conclusion­es: a) la mirada subjetiva del entrevista­dor no es proporcion­al a la sinceridad objetiva de la entrevista; b) la capacidad de ser incisivo o de reforzar el diálogo-espectácul­o tampoco depende de llevar gafas de torturador pinochetis­ta o de abrir los ojos como quien busca el éxtasis de oxitocina que une a perros y humanos, y c) aunque parezca que el programa es el mismo, la esencia de los diálogos sí ha cambiado, no sólo en la intención de cada presentado­r sino en la gestión de la tensión dialéctica que se establece entre entrevista­dor, entrevista­do y, a ser posible, espectador.

¿JE SUIS RODRIGO? Televisión y presunción de inocencia son incompatib­les. El linchamien­to es más eficaz y rentable que el rigor. Rodrigo Rato aporta materia prima de calidad a la industria de la depredació­n. ¿Sabremos la verdad? En casos parecidos no fue así. Mientras tanto, busco respuestas a la codicia y a la impunidad delictiva del peor capitalism­o en la serie House of lies (no confundir con House of cards) producida e interpreta­da por Don Cheadle. Fórmula: mala leche y comedia.

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